Opinión

La palmadita en el culo

Al principio pensaba que la gente que se pone a la defensiva con las cuestiones feministas entendería el error de Rubiales desde un punto de vista laboral. Un jefe no puede besar a una empleada bajo ninguna circunstancia, ni por ganar un Mundial ni por firmar un contrato con Siemens. Ni siquiera puede pedirle “un piquito”, como afirma que hizo, según la última versión que ha esgrimido en una intervención pública en la que ha declarado la guerra al fútbol femenino con el aplauso de sus biempagados seleccionadores, que han elegido ligar su destino al de su presidente y, por tanto, caerán cuando ruede la corona.

Me he dado cuenta de mi ingenuidad al reflexionar sobre un gesto que quiero pensar que ya está erradicado de las oficinas: la palmadita del jefe en el culo de la empleada. He pensado qué dirían sobre este tema esos influencers que, con unos calzoncillos en la cara, tratan de convencer a una incauta audiencia masculina de que vuestras amigas, vuestras hermanas y vuestras madres son la reencarnación de Stalin. Seguro que la palmadita en el culo se ha tratado ya en alguno de esos canales de Youtube que monetizan la imbecilidad y puedo imaginarme los argumentos: la palmadita en el culo es un gesto de cariño, una muestra de confianza que le viene bien a la frágil e insegura trabajadora, una señal de compañerismo y motivación… “¡Es que estas comunistas no nos dejan ni tocarnos!” bramará el iracundo influencer ante la cámara para justificar el abuso de poder de un superior con una subordinada.

El beso de Rubiales fue una palmadita en el culo de Jenny Hermoso. El presidente de la Federación, un señor capaz de celebrar un Mundial Femenino tocándose los testículos a dos metros de una infanta de España, esperaba encontrar la aprobación de esas amas de casa que aparecían en los anuncios en blanco y negro de Soberano que suspiraban de satisfacción si su marido le agradecía que le llevara un coñac al sofá. Sin embargo, la palmadita en el culo fue criticada y cuando Rubiales intentó disculparse empeoró las cosas, por falta de sinceridad y porque a su equipo de prensa le pareció una buena idea inventarse unas declaraciones de la jugadora, a la que ha vuelto a poner en la diana en su última intervención.

Rubiales se ha metido él solito en la trinchera, si acaso con la ayuda de un equipo de comunicación que parece que le odia, quizás porque no ha repartido suficientes palmaditas motivadoras en el culo. Le sacarán de ella tarde o temprano y perderá el jugoso sueldo que justifica que se agarre a la silla como si el suelo fuera lava, pero al menos le quedarán las visitas al canal de Roma Gallardo junto a Vilda y De la Fuente.

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