Cultura

Año Nuevo, Vida Nueva

Año Nuevo, Vida Nueva. Al  nuevo año se le recibe con esperanza a pesar de que a nuestros problemas les importa muy poco el almanaque. Es cierto que hay una tregua durante doce campanadas y un brindis, quizás algo más si nos dejamos embaucar por las lentejuelas de los vestidos de las galas televisadas y los subtítulos del Cachitos de Hierro y Cromo. Sin embargo, cuando decae el hechizo, nos damos cuenta de que todo lo malo ha pasado junto a nosotros a la siguiente página del calendario. Nuestra esperanza de que las cosas vayan mejor queda, por tanto, en la segunda parte de la frase hecha, la prometida Vida Nueva que unas veces cristaliza y otras dura lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks.

Estos son días también en los que los balances personales y generales se confunden. Le pasa a Federico Muelas, en el último número de Ofensiva del año 1950. Reflexiona en su colaboración sobre la poca utilidad de sus artículos y su incapacidad para tener algún efecto positivo sobre su tierra. Convencido de que Cuenca es «un rincón en el que Dios derramó las gracias», lamenta, sin embargo, que los conquenses 

«desde hace demasiados años vivimos ciegos entre la belleza, absílicos entre las enormes posibilidades y sobre todo, torpemente egoístas en una falsa convivencia, en un cobarde abandono, en un lamentable olvido, esperando milagreros, al sol que nos quieren dejar los que viene, ven, actúan, engordan… y se van».

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