Cultura

Antonio Serrano desafía los límites de la armónica en el Patio de la Limosna

Estival Cuenca tiene espíritu explorador y no se limita a buscar artistas, sino también espacios. Su último hallazgo ha sido el Patio de la Limosna de la Catedral de Cuenca, escenario poco frecuentado de la hoz del Huécar que se abrió para la velada más clásica de la programación del festival, a cargo del armonicista Antonio Serrano y la pianista Constanza Lechner. La combinación fue tan deliciosa que, cuando no te embriagaba la música, lo hacían las vistas.

Serrano y Lechner interpretaron en el privilegiado mirador de la Catedral un repertorio de composiciones españolas y argentinas; piezas muy reconocibles para el público ejecutadas con la precisión y delicadeza del que talla una escultura con un bloque de hielo. En la primera mitad del programa sonaron sobre la hoz del Huécar composiciones de Tárrega, Granados, Pablo Sarasate y Manuel de Falla, llevadas a su terreno por un Serrano al que le vino bien para su interpretación hinchar sus pulmones con el aire árabe que todavía se respira en la ciudad amurallada de Cuenca.

La dificultad del programa residía en cómo resolver todas estas obras maestras con una armónica, un pequeño instrumento que se asocia con la sencillez y la soledad, quizás más próximo a la cultura blues americana que a la española. Ahí es donde aparece la magia de Serrano, capaz de convertir esa armónica en violín, guitarra, bandoneón e incluso sierra, según convenga. Unas veces sus labios cabalgaban en solitario y otras se subían a las notas del piano de Lechner para viajar más rápido. La gente se subió al barco desde que zarpó con los Recuerdos de La Alhambra y estuvo tan entregada a la causa que no parpadeaba para no hacer ruido.

Antonio Serrano y Lechner cruzaron el charco en la segunda mitad del recital para interpretar el rostro argentino de su propuesta, que contó con un aperitivo de Guastavino, más folclórico, con canciones como Se equivocó la Paloma. a la que dio letra Rafael Alberti, antes de adentrarse en el terreno más contemporáneo, siguiendo el trasteo de huellas de tango y jazz del maestro Astor Piazzolla, con las armónica transformista de Serrano vistiéndose de bandoneón para la ocasión.  Entre los asistentes al espectáculo habrá más de uno que tenga la tentación de adquirir ese instrumento el lunes y el propio armonicista ha publicado un libro para enseñar a tocarlo. Lo cierto es que en el concierto no vendría mal un rótulo con la advertencia “no intente hacer esto en su casa”, porque luego llegan las frustraciones y las armónicas abandonadas en los cajones. Y ella nunca lo haría.

Un vals de Chopin cerró el sublime recital clásico de Estival Cuenca y, antes de marcharse, el público quiso llevarse de recuerdo una fotografía en el privilegiado photocall natural de este escenario que ojalá llegue para quedarse.

Antes de la actuación el armonicista fue obsequiado con el premio Solán de Cabras 2023 a la trayectoria musical.