Opinión

¿Estamos deshumanizándonos? El vacío moderno

El hombre tecnificado se desdibuja, pierde apoyo y consistencia, y llega a posponer el valor del “ser “humano como tal, para valorar muy mucho “el tener”. Nunca a lo largo de la historia nos habíamos preocupado tanto del hombre como ahora, y, a la vez, nunca había estado tan olvidado, tan cosificado, tan inducido a objeto, y así se alcanza una nueva cima desoladora: la Socialización de la inmadurez (hay muchos adolescentes tardíos que alargan la adolescencia) que se puede definir en varios aspectos:

a) La Desorientación, o sea, el no saber a qué atenerse, el carecer de criterios firmes, el flotar sin brújula, el ir poco a poco a la deriva.

b) La inversión de los valores, esto es, una nueva fórmula de vivir, el atreverse a diseñar la vida con unos esquemas descomprometidos, pero sin fuerza, como una especie de ejercicio circense parecido al “más difícil todavía” pero en aras de una libertad voceada y ruidosa, y como. “UN VACÍO ESPIRITUAL” que no comporta ni tragedia, ni belleza, ni transformación, añadiendo la incertidumbre del futuro.

Gilles Lipovetsky ( filósofo francés), apunta la sociedad postmoderna y las nuevas formas de consumo así como el comportamiento en una sociedad dominada por lo estético, el individualismo y lo efímero.

Alain Finkiel ( intelectual francés, miembro Academia Francesa) concluye: ” Una sociedad sobreprotegida convertida en adolescente permanente”.

Gluscksman (ensayista francés) prefiere definirla como la sociedad del cinismo, esto es, el nihilismo de nuestros días. Es la disolución por ausencias, todo es hueco, con vaguedad, sin esfuerzo.

Se han creado un exceso de expectativas, y sin energía de esfuerzo, disciplina etc, con la disminución de la evolución personal y colectiva. ¿Qué pasa entonces? Se vive un presente continuo sin atreverse a imaginar un futuro con esperanza, un horizonte mejor, para no decepcionarse, advirtiendo el vacío sin sentido, la vaguedad. ¿Hay un futuro que nos invite a soñar? ¿O la generación actual no está pensando en una profecía autoincumplida? En ese Vacío Moderno se piensa “que lo mejor está fuera”, “el consumismo como nueva forma de liberación”, destinados a consumir objetos, cosas superfluas. Se trata de conocer cosas sin conocer el mundo interior, infinito, de cada uno, y en ese entorno exterior se alcanzan videoconsolas, apuestas deportivas y online (han crecido los adictos al juego con la pandemia, ha crecido el juego patológico). Se desvela mucho más con la pandemia y postpandemia la pasión por consumir, rellenando de ese modo el vacío sin esperanza real de satisfacción interior. Cuando deberíamos estar agradecidos del regalo del aliento que nos da la vida cada día. Ya en ese sentido somos los vivos unos privilegiados. Buscamos fuera el tesoro cuando lo tenemos dentro.

Hay en nuestro entorno una abundancia de reclamos, estímulos y le decimos que sí a todos ellos. De ahí surge un nuevo hombre embotado, repleto de cosas pero VACÍO INTERIORMENTE y poco preparado frente a la adversidad, excepto los que son resilientes o muy resilientes.

Hay otra señal en este reflexiona sobre los factores del VACÍO MODERNO… La Deshumanización a partir de la ciencia y de la técnica, de la Inteligencia Artificial.

Es difícil tener un relato esperanzador cuando el mercado laboral no te permite hilar tu pasado con tu presente ni con tu futuro, surgiendo el miedo al futuro bloqueante… la futurofobia.

El trabajo se ha convertido en uno de los pilares más importantes de nuestra identidad y HAY DEMASIADOS MALOS TRABAJOS. La generación actual se ha definido como la generación de las dos crisis, el coronavirius, guerras, crisis económicas, donde parece que no haya motivo para el optimismo, pero siempre hay salidas, por supuesto.

La actualidad que ofrecen los medios es muy negativa, vende más el apocalipsis que la mediocridad o los pequeños avances, y eso termina con una visión inquietante y de incertidumbre del futuro y presente cercano. Te ofrecen los medios como viviendo una crisis continua, como siempre preocupados por lo que pasa y lo que va a pasar.

Esa vivencia del vacío moderno, conectado con la comodidad y sintiendo de manera pasiva y no asertiva y, como si no estuviéramos dispuestos a exigirnos más individual y colectivamente, poca conciencia y movilización social.

La generación actual, atrapada entre dos crisis, incluso más graves que las nuestras, se ha creado un marco mental de modernización de España, del boom de la economía, del ingreso masivo a la universidad y podríamos hacer lo que quisiéramos. Y los padres de ahora piensan que los jóvenes de ahora progresarían….pero todo esto se quebró y nos ha llevado, observamos en estas nuevas generaciones un pesimismo en el sentido de vivir peor que sus padres, y viendo un horizonte poco esperanzador en tomas de decisiones claras, con muchas lagunas, vaciedad de contenidos, desierto. En la nueva versión moderna con una anatomía interna del hombre hueco por dentro, aunque tenga desde el nacimiento aspectos internos y tiernos por descubrir y desplegar. Ah! pero esto cuesta y no interesa en la sociedad de consumo actual.

Es como un nihilismo en versión inglesa, Apatía New Look, desprecio de todos los valores superiores, espirituales, indiferencia pura. Es el desierto postmoderno que dificulta la resiliencia del hombre postpandemia actual…. etapa decadente, con indiferencia por saturación de contradiccio-nes. Abundancia excesiva de datos, que generan desinformación vertiginosa y que termina siendo abrumadora, coyuntural sin conclusiones personales y sin emociones duraderas. Información no formativa, no conduciendo a un hombre mejor, más completo y preparado integralmente, al contrario, opuestamente, un hombre débil sin criterio, anestesiado por tanta noticia dispar, incapaz de hacer una síntesis de lo que le llega.

El destino de todo esto apunta una banda de transición que va de la melancolía a la desesperación, de la ansiedad al suicidio. En conclusión, la vida no merece la pena o es tan banal que el hombre moderno de la cultura occidental vive sin referencias, sin puntos de apoyo sólidos.

La existencia se hace insostenible. No se sabe para qué se vive ni para qué se muere. El sentido de la vida significa tener respeto a los grandes interrogantes: para qué vivimos y para qué morimos. Y descubrir los valores. Y saber que el primer valor humano es el otro, para tratarlo no como cosa, en esta galopante sociedad de consumo, sino como con dignidad humana respetable con sus vaivenes pero luchando y levantándose de los sinsabores y adversidades.

Toca informar y formar al ser humano desde la base para llevar con fuerza y energía el timón de la vida a favor del viento en la dirección adecuada, con equilibrio y paz interior. Estamos en un año de elecciones importantísimas para limpiar los desaguisados actuales del partido gobernante en muchos aspectos, no todos, como respuesta en su día al gobierno anterior con tintes de corrupción.

El ciudadano desconfía de muchos políticos que acrecientan en mucho, el aspecto camaleónico de sus intenciones y actos. Sabemos cambiar de color para pasar desapercibidos, pero es que muchos miembros de la práctica de la ciencia política, no todos, se olvidan de la sociedad civil, deshumanizando más al hombre moderno, con resoluciones infantiles que perjudican la democracia y el progreso de una colectividad necesitada de mejor educación, cultura, sanidad y economía. Es hora de elegir mejores políticos con auténtico servicio público.

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