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Campillo de Altobuey recupera, dos siglos después, la Huerta de los Frailes

El Ayuntamiento de Campillo de Altobuey ha vuelto a dar un paso importante en la protección de su rico patrimonio histórico y artístico y ha adquirido parte de los terrenos de La Huerta de los Frailes que pertenecían al convento de Nuestra Señora de la Loma y que en 1835 con la desamortización de Mendizábal pasaron a manos privadas, ahora, casi 200 años después vuelven a la propiedad de toda la ciudadanía campillana.

El alcalde, Francisco López, ha puesto en valor que, de esta forma, vuelve a ser de todos los campillanos y campillanas unos terrenos que son muy importantes porque explican parte de la historia del pueblo. Desde el Ayuntamiento ya se compró hace muchos años la plaza de toros aledaña al convento y ahora hemos querido completar ese trabajo con la adquisición de este espacio porque consideramos que es una cuestión “de justicia” que estas parcelas vuelvan a tener una propiedad pública.

Los agustinos recoletos tuvieron ahí su huerta particular para el abastecimiento de las necesidades alimenticias de la comunidad de los frailes, que llegó a contar con cuarenta religiosos entre sacerdotes, legos, coristas y donados, a lo que hay que añadir la atención a los peregrinos, necesitados y caminantes que llamaban a sus puertas en demanda de ayuda.

Toda la tierra de la Huerta de los Frailes rodea y envuelve el edificio conventual y el santuario de la Virgen de la Loma, tierra que se halla protegida por una tapia realizada con sencillos mampuestos. En el desarrollo de su recorrido queda el famoso Rincón de los Tunos, paraje de gran relevancia para la intrahistoria de Campillo de Altobuey, al ser el lugar a donde acudían los novios e invitados en la tarde del día de la boda. Se trataba de un paseo lúdico para pasar un rato jugando a “Los Pilares”, pero en realidad se trata de un rito de fertilidad para pedir que los nuevos esposos fueran pronto padres.

Hay que destacar que con la compra de la tierra se ha adquirido también el brocal del pozo que estaba en el centro del claustro, hoy el centro del albero de la plaza de toros. Es una labor de los picapedreros campillanos, del siglo XVIII, sencillo, hexagonal y elegante, canteros que gozaron de mucha estima y consideración en la labra de la piedra, cuyas obras aún podemos ver en unos cuantos dinteles de las puertas de las casas, pilas de lavar la ropa, rulos para darles a las eras y trillar los garbanzos o comederos para los animales.

Campillo de Altobuey recupera así la Huerta de los Frailes, un trozo de terreno muy valioso para el conocimiento de la historia del municipio y de la del convento de agustinos recoletos que tanta influencia tuvo en el desarrollo del pueblo y de sus gentes, así como de la comarca de La Manchuela, que también atendían con absoluta dedicación recorriendo sus pueblos para darles atención social y espiritual y recabando limosnas con las que mantener en funcionamiento el hospicio u hospital donde cuidar a los enfermos, peregrinos y caminantes que llamaban a sus puertas.

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