Opinión

In memoriam

Nada empujaba a favor de que nuestras vidas se cruzaran, más bien al contrario, y sin embargo ocurrió, y tengo la sensación de que no podía haber sido de otra manera, y agradezco que así fuera.

Me crucé en el camino de Víctor Huerta por algo que nos unía, una forma de mirar, de entender esta ciudad única que es Cuenca. Y así, cuando me propuso el proyecto, la utopía, la ilusión que terminó por llamarse Cuenca Abstracta 2016, empezó nuestro camino hermanado.

Hay que creer profundamente en esta ciudad, sentir que la herencia recibida exige y obliga a construir un futuro a su altura, para no dibujar una sonrisa de suficiencia cuando alguien te propone hacer en Cuenca, con motivo de los 50 años de nuestro Museo de Arte Abstracto, algo parecido a lo acontecido en Toledo con el año Greco. Incluso hacerlo mejor, que es cuando en algunos la sonrisa se habría convertido en mueca.

Y empezar sin ayuda de las instituciones en el horizonte, con el compromiso y el empeño de quienes estén dispuestos a sumarse a la causa a modo de voluntariado.

Y la lección de vida es que finalmente lo hicimos, y se llamó “La Poética de la Libertad”, y fue en la Catedral, en su Catedral. Porque cada piedra del templo conquense ha escuchado las palabras de Víctor Huerta.

Esa ambición y ese sentimiento era el que Víctor tenía por su tierra, conocedor hasta la extenuación de todas las historias, grandes y pequeñas. Y por eso era un privilegio escucharle explicar, contar Cuenca. Somos muchos los que ya no podremos mirar a esta ciudad con otros ojos que los de Víctor Huerta, porque su mirada nacía del sentimiento más profundo. Dejó constancia de ello en un libro y en una imprescindible entrevista en la televisión regional.

Víctor lo sabía todo del turismo en Cuenca, pero no es eso suficiente para describir y abarcar a la persona. Es la generosidad del que da y no pide, la fortaleza de permanecer en pie cuando la vida embiste con fuerza, y la sabiduría de la bondad, lo que conocí en estos años de camino hermanado.

Duele la ausencia, más aún cuando es grande el espíritu que la llenaba. Un espíritu grande y luminoso, como su Cuenca, así era Víctor Huerta.