Semana Santa

Cuenca luce con orgullo su pelaje nazareno en un majestuoso Martes Santo

En Cuenca el término nazareno no se usa como adjetivo, sino como gentilicio. Esta identificación es palpable en el multitudinario Martes Santo conquense desde antes del inicio de las procesiones. Miras en el entorno de las iglesias y te das cuenta de que toda esa gente no lleva una túnica puesta, sino un pelaje que forma parte de ellos y que se erizó unas horas más tarde, cuando encerraron los pasos en sus templos tras un majestuoso desfile por las calles de la ciudad.

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Tiene tanto peso la procesión del Martes Santo que necesita dos motores para ponerse en marcha. Uno está en El Salvador, lugar de partida del desfile para San Juan Bautista, que ciñe una corona plateada.Desde allí parte también la Magdalena, con un nuevo vestido que combina blancos y dorados. Tras dos años sin procesiones, este año las hermandades intentan que en este 2022 sus Sagradas Imágenes luzcan sus mejores galas.

El otro pulmón de la procesión está en San Felipe Neri, punto de partida para Jesús de Medinaceli. Decenas de fieles uniformados de morado y grana reciben al Nazareno, que maniobra al son del himno de España para encabezar el desfile procesional durante la subida por Alfonso VIII. Es una salida limpia, sin las aglomeraciones del pasado. Sin embargo, las filas de la Esclavitud fueron engordando a medida que avanzó el desfile procesional para afrontar el descenso con todas sus tropas.

Unos metros más abajo, las trompetas heráldicas guían a un San Juan Bautista  que, al comienzo de la procesión, se gira para recordar a un hermano fallecido,  Eduardo Zafra. En San Andrés se incorpora la hermandad de la Virgen de la Esperanza, que avanza tras un nuevo Senatus elaborado en su taller de bordado. Las cuatro hermandades son células que se han unido en un único tejido de colores blancos, morados, verdes y amarillos.

Como han sido dos años sin salir, es de justicia que los sentimientos también salgan por triplicado este año

Hay muchos niños en la subida de los pasos hasta la Plaza Mayor, sobre todo en las hermandades del Cristo de los Espejos y la Esperanza. La inocencia lleva pequeñas cruces en las filas centrales y la emoción está en los pequeños detalles, como dos rosas blancas, en memoria de las víctimas de la violencia de género, en el cetro del representante del Colegio de Veterinarios de Cuenca. Como han sido dos años sin salir, es de justicia que los sentimientos también salgan por triplicado este año. Dos nazarenas se detienen en la acera para abrazar a una mujer mayor, quizás su abuela, que llora emocionada al paso de la procesión. Ellas también lloran, no hace falta fijarse en los agujeros del capuz para saberlo.

La banda de la Junta de Cofradías marca el paso a la comunidad nazarena de Martes Santo. Hay tanto público en las calles del Casco que se produce una batalla invisible por la conexión a Internet. Hasta los hermanos de la procesión del cielo intentaban conseguir cobertura para inmortalizar el momento. La entrada de los pasos en la Plaza es majestuosa. Los banceros se lucen cuando los pasos cruzan el escudo de Cuenca de los arcos del Ayuntamiento. La siempre fiable banda de Las Mesas toca ‘Magdalena’ para acompañar la llegada de esta imagen. La Esperanza entra la Plaza bebiéndose los últimos rayos de luz solar de la jornada.

El Bautismo, regado por una lluvia de pétalos en su bajada desde San Pedro, se une a la comunidad. La procesión del Perdón está completa y se prepara para una bajada que será un tobogán de sonidos que se escurren por la cera derramada en el asfalto.

 Las horquillas golpean fuerte en Zapaterías, como si los banceros quisieran comprobar qué es real lo que están sintiendo. El cortejo llega hasta hasta los Oblatos y allí suenan los primeros misereres de la Semana Santa de este año. La súplica que entona el coro reconforta. Cada meta volante que se cruza ayuda a dejar atrás esa pesadilla pandémica  que se empeña en seguir a nuestra rueda.

Los banceros se lucen en el escardillo, escenario predilecto de muchos conquenses. En Palafox una marea de hermanos del Medinaceli inunda de morado y grana la calle. Junto a la Esclavitud marcha la Banda Municipal de Música, que entona en Calderón de la Barca la marcha Tulipas del Cielo, dedicada a los nazarenos fallecidos en estos años de la peste.

Tras su paso por Carretería, las hermandades cogieron el camino de regreso. La fatiga de los banceros es minúscula cuando se compara con la devoción que mueve sus músculos. Su vigor sigue intacto en la llegada del cortejo a la Puerta de Valencia y les permite solventar con eficacia el último puerto de un recorrido que se empina y retuerce en sus últimos metros.

Cautivadora despedida en El Salvador de San Juan Bautista, el primer paso que culmina su trayecto. Junto a él se queda  la Magdalena del Cristo de los Espejos. En San Andrés culmina la procesión para el Bautismo y también para la Esperanza, que se marcha atravesando un pasillo de hermanos blanquiverdes mientras  suena Mi Amargura. El Medinaceli retorna, solitario, a San Felipe Neri. Finaliza un Martes Santo que confirma que dos años de parón no bastan para desteñir a la Cuenca nazarena.

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