La Hermandad de Nuestra Señora del Valle y de San Agustín de Mota del Cuervo custodia una de las tradiciones más hondas y queridas en el corazón de La Mancha: la traída de las imágenes de la Virgen del Valle y de San Agustín desde la ermita del Valle hasta el pueblo. Este emotivo acto, celebrado hoy, convierte las calles de La Mota en un río de devoción. Los anderos portan las imágenes a la carrera mientras el pueblo entero acompaña el camino entre vítores: ¡Viva la Virgen del Valle, viva su Santísimo Hijo, viva San Agustín, vivan los cantareros y viva el pueblo de la Mota!
Tras la llegada, se inicia la procesión hasta la ermita del Santo. Este año he tenido el honor de portar la bandera blanca, un privilegio que me llena de gratitud y emoción. Acompañados por la banda municipal, recorrimos las calles llenas de moteños que, con fervor y alegría, honran las imágenes que representan también su naturaleza alfarera.
El alma de la Cantarería
En el barrio de las Cantarerías late el alma laboriosa de Mota del Cuervo. Durante siglos, hombres y mujeres han dado forma al barro, no tanto con la intención de crear adornos, sino con el propósito de transformar la tierra en recipientes útiles: cántaros sencillos y otros bienes cerámicos que han sido indispensables en la conservación de los frutos de la tierra manchega.
El cántaro moteño, fruto de manos pacientes y firmes, es símbolo de sencillez y buen hacer. Quienes lo moldean han aprendido desde la niñez a amasar, pulir y cocer, transmitiendo este saber a lo largo de generaciones, como un tesoro humilde y esencial, tan cercano y necesario como el aire. Su belleza no está en el adorno, sino en la frescura de lo que guardan, en la vida cotidiana que permiten.
La Reina de los Cantareros
Para alfareros y alfareras, la Virgen del Valle es la “Reina de los Cantareros”. Su trono, como recoge la oración, se alza “en medio del barrero”, uniendo lo divino con el polvo y el esfuerzo del trabajo humano. En la procesión, las damas y los jóvenes visten los trajes tradicionales y portan cántaros como símbolo de Fe, gratitud y orgullo. Ya en la iglesia, las vasijas depositadas a los pies de un altar cubierto de flores, en ofrenda sencilla que conlleva un significado de agradecimiento por cada jarra modelada y por cada vida sustentada en ellas.
La procesión entrelaza lo sagrado y lo cotidiano como signo de identidad. El esfuerzo de los anderos, el toque terroso de las manos alfareras, el brillo de las vestimentas tradicionales y los cántaros elevados conforman un legado vivo que cada año se renueva, como un pacto entre pasado y presente, entre fe y tierra.
Fe, tierra y comunidad
Así, la traída de la Virgen y de San Agustín, entre carreras y vítores, trasciende el hecho religioso para convertirse en una expresión de unión entre tierra, fe y comunidad. Es homenaje eterno a quienes, con su labor y creatividad, han dado y siguen dando vida a través del arte del barro.
Mota del Cuervo, durante este mes de agosto, encarna la fuerza también de los pequeños pueblos vecinos de La Mancha conquense, comunidades que mantienen vivas sus raíces, que saben integrar lo rural y lo urbano, que transforman los frutos del campo en arte y en vida. Aquí la tradición florece cada día, como lo ha hecho siempre.
¡Felices fiestas en honor a la Virgen del Valle y a San Agustín, orgullo y corazón de todo el pueblo de la Mota!
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