Opinión

Carta a Milo

Querido Milo:

Te escribo estas líneas cuando apenas llevas unas horas en este mundo. Puede que ni siquiera llegues a leer esta carta, porque aunque parezca mentira las huellas digitales se pierden con más facilidad que las impresas en tinta, pero no quería que pasara mucho tiempo sin hablarte a mi manera. Pronto descubrirás que tu tío Jesús es un tipo callado al que se le da mejor decir las cosas importantes por escrito. Así que me dirijo por primera vez desde un teclado, antes incluso de conocerte en persona, porque además llevo ya mucho tiempo escribiendo sobre cosas, ciudades y personas que se mueren y necesito aprovechar esta oportunidad que me brinda tu nacimiento para hablar, para variar, de la vida.

Lo primero que tienes que saber es que eres especialmente afortunado, porque de todos los Huertas posibles tienes como padre al mejor de todos ellos, al más sensato y sereno de la saga, seguramente porque es el más Romero. Además, tienes una madre que equilibrará los posibles excesos de vehemencia que lleves en tu mochila genética y te educará en la bondad y en la sonrisa. En caso de duda, tú siempre hazle caso a ella.

Estoy tranquilo, porque de amor vas a ir colmado. Desde tus tíos a tus abuelas, tienes una gran familia que te va a adorar siempre. Ahora te diremos que te queremos muchas veces, a medida que todos vayamos creciendo lo oirás menos, pero créeme: el sentimiento de amor que te profesamos es incorruptible y te protegeremos aunque esto suponga enfrentarnos a jueces y a naciones.

También me da mucha felicidad saber que te vas a criar en un hogar en el que se valora la cultura. Tan importante es que no te falte un cuento como un plato de lentejas. Eso nos lo inculcó tu abuela Elena. Aprovecha todo el saber que tu padre y tu madre pongan a tu alcance y, en cuanto puedas, utiliza una silla para acceder a los libros del estante de arriba a los que no llegas. Un día descubrirás que lo que lees, lo que escuchas y lo que ves no es un accesorio, sino una armadura que te hace más fuerte, pero no pesa.

Tampoco tengo ninguna duda de que vas a crecer en un hogar rico en valores como la igualdad y la justicia. El odio gana terreno en el mundo y seguramente tratará de arrastrarte hacia su bando. Tienes que ser listo, porque tratarán de embaucarte con estadísticas y falacias. Si cuando seas mayor el odio ya ha ganado la batalla, recuerda que tu lugar tiene que estar en la resistencia. Cuando apelen al orden para poner freno a tu rebeldía, diles que no estás dispuesto a aceptar el orden de los cementerios. Cuando te llamen a la obediencia, respóndeles como Benedetti: obedecer a ciegas deja ciego.

Tampoco te quiero engañar, Milo, es probable que tengas que pasar por muchos malos momentos. Cuando más cuesta arriba se pongan las cosas, piensa en primer lugar en lo que ya hemos hablado: no estás solo, tienes una familia grande dispuesta a recibir todas las balas que sean necesarias por ti. Y, ante todo, nunca te rindas. Dentro de esa mochila genética seguro que tienes algo de esa tozudez inacabable como el bolso de Mary Poppins que caracteriza a tu padre, a tu tío Jesús y a tu abuela Elena; utilízala como machete para abrirte paso cuando el camino esté poblado de zarzas. Llevas un rato aquí y todavía no sabes ni andar, pero tienes que saber que lo importante en esta vida son los pasos, no la meta; al fin y al cabo, cuando llegas a ella nunca te das cuenta. Así que camina, Milo, camina, a ser posible blandiendo siempre la sonrisa de tu madre.

Firmado: tu tío Jesús, que te quiere.

(Felicidades, Nacho. Felicidades, Renata. Os quiero)

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