Semana Santa

Inolvidable procesión del Perdón repleta de emociones y detalles

Hay días inolvidables que se ven venir desde lejos y en el ambiente de San Felipe y El Salvador se palpaba, desde antes de la salida, que este año la procesión del Perdón llegaba sobradamente armada de sentimientos y detalles para construir un histórico Martes Santo. 

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A las siete de la tarde las trompetas heráldicas, con brazalete de luto, apuntaron al cielo para avisar al añorado Herminio Carrillo de que la procesión está en marcha. Acudió a esta la llamada el Bautista de Marco Pérez, que llevaba en su guion un corbatín cedido por el colegio de Veterinarios de Cuenca. La hermandad de San Juan se presentó en el desfile con rosas blancas en su paso, dedicadas a las víctimas de la violencia de género.

De forma simultánea un poco más arriba, en los Oblatos, se ponía en marcha la marea morada y grana de la hermandad de Nuestro Padre Jesús de Medinaceli. Los banceros acompasaron sus movimientos al himno de España, interpretado por la Banda Municipal de Música de Cuenca, para que el majestuoso Nazareno encabezara el cortejo procesional.

El siguiente paso en ponerse en movimiento, en este caso en El Salvador, era María Magdalena, ataviada para la ocasión con un nuevo mantolín morado, cortesía de la camarera de la hermandad. La Banda de las Mesas acompañó en el ascenso a esta hermandad que firmó una subida limpia, tan vistosa como ágil.

La Virgen de la Esperanza, cubierta con su identificativo manto verde, tan largo que cobija al resto de la procesión, empezó su desfile con toda la energía que aporta un motete. La Asociación Musical Moteña acompañará a la Madre en su recorrido.

Mucha participación en las filas de las hermandades de la procesión que fueron recolectando emociones a lo largo de todo el recorrido Uno de los más emotivos lo protagonizó la Magdalena en la anteplaza, donde los banceros se detuvieron un instante para mirar hacia la tienda donde trabajaba Cristina, hermana asesinada por su expareja hace un año. El Martes Santo es la procesión del Perdón, pero no del olvido.

La banda de la Junta de Cofradías entonó Caridad del Guadalquivir cuando la cabecera alcanzaba la Plaza Mayor. El Medinaceli subió raudo y fue la primera hermandad que disfrutó del caluroso recibimiento a los conquenses en la Plaza Mayor. En la del Bautista hubo un pequeño corte, quizás derivado del susto por una intervención sanitaria en San Andrés, pero recuperó rápidamente el ritmo. Ya en la Plaza entregaron un detalle a la banda de la Junta de Cofradías, un corbatín para su guion como agradecimiento por haber caminado junto a ellos durante tantos años.

Para completar la subida, la Magdalena y la Esperanza completaron la espectacular llegada del cortejo procesional a la Plaza, donde banceros y músicos devolvieron el afectuoso recibimiento de los conquenses con una espectacular entrada.

Tras otra rápida intervención médica, la procesión se puso de nuevo en marcha, ahora con un San Juan que se puso al frente de la comitiva y quiso estrenar ese liderazgo bailando bajo el escudo de Cuenca de los Arcos. Procedente San Pedro se incorporaba a la procesión el Bautismo de Dube de Luque. Una cascada de pétalos bendijo su anexión a la procesión en lo más parecido a una lluvia que se ha visto en esta ciudad en los últimos meses. La noche ya gobernaba Cuenca cuando la procesión del Perdón iniciaba su descenso.

La hermandad del Bautismo flotaba con la banda de Las Mesas. En las aceras las musas, estudiantes aplicadas, tomaban nota de la cadencia con la que se mueve el Medinaceli al paso de la Banda Municipal para llevar ideas inspiradoras a los creadores. La música, la luz de las velas y la arquitectura detuvieron durante un rato el reloj del mundo en Alfonso  VIII Como dice uno de los personajes de la novela La Elegancia del erizo, de Muriel Barbery, el arte es la vida, pero con otro ritmo.

El Nazareno hizo parada en San Felipe para escuchar su Miserere. En esta escala se apagó alguna de las velas del paso, quizás por el viento, o tal vez por la fantasmagórica travesura de uno de esos hermanos que procesionan en la fila del Más Allá.  De inmediato las velas vuelven a alumbrarse. porque la vida y la procesión deben continuar.

El desfile avanza a buen ritmo sin desperdiciar un ápice de solemnidad. La oscuridad no cegaba el color de las túnicas nazarenas que poblaban las aceras de San Juan y Palafox. Ya en la parte baja, a la procesión todavía le quedaba por vivir algún momento emocionante, como un homenaje a hermanos difuntos en la intersección de Calderón de la Barca con al calle del Agua.

Después del paso por Carretería y Las Torres, las hermandades de Martes Santo afrontaron la recta final del desfile. La noche ya era bastante fría, por lo que la marcha de San Juan que acompañó la subida de los pasos por la Puerta de Valencia fue tan reparadora como el caldo casero  de una madre.

Todo había sido tan bello que la despedida tuvo que hacer hueco a la lágrima cuando llegó el momento de guardar los pasos en sus templos. Las imágenes se despidieron de la procesión del Perdón haciendo suyo el verso de Miguel Hernández: “Me voy, me voy, me voy, pero me quedo”,

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