Opinión

Movilizaciones contra el despotismo ferroviario

Clausurar la línea de ferrocarriles Madrid-Cuenca-Valencia, para que algunos empresarios de la región vinculados a la CEOE hagan su gran negocio especulativo (pelotazo), aprovechando los terrenos públicos de RENFE, es despotismo. Imponer como un trágala la despótica decisión a las gentes de los pueblos de la provincia despoblada, impidiendo que viajen gratis, es opresión. Excluir la participación de los trabajadores y de los municipios afectados por el futuro de la línea férrea, para satisfacer la codicia de los transportistas por carretera, corrompe la democracia y pone en grave riesgo los valores constitucionales (libertad, justicia, igualdad, y pluralismo). Por todo ello, la larga lucha que mantenemos contra el cierre del tren, es una pelea contra el despotismo, la opresión, la corrupción, la codicia del poder y en defensa de la Constitución.  

El partido de los infatigables destructores del ferrocarril (PSOE), recurre a la estrategia de los hechos consumados, sin esperar a que los tribunales resuelvan las acciones judiciales pendientes. Como buenos déspotas aspiran a abatir el ánimo de los defensores del tren, por lo que actúan con un burdo intervencionismo administrativo, convirtiendo la Constitución y sus principios, en papel mojado. Se apropian indebidamente de competencias sobre el futuro de la línea férrea, impidiendo la participación de los trabajadores de Adif y de los municipios, como si no fueran capaces ni estuvieran preparados.  

Muy pronto estos políticos destructores del tren sonreirán desde los carteles a la ciudadanía que desprecian. Halagarán con promesas de felicidad a las personas que no  han dejado participar sobre el futuro de la línea férrea y pedirán su voto. De manera que viviremos en breve una de las paradojas de la democracia: que una ciudadanía a la que los políticos condenan a la impotencia, tiene el derecho a elegir con su voto a las personas que gobiernan los próximos años. Esta contradicción, de que una ciudadanía impotente, aparece como si fuera poderosa, da lugar a  problemas de no fácil solución que se pueden plantear en los términos siguientes.  

Partiendo de la base de que la mayoría de las personas víctimas del despotismo político y condenadas a la impotencia, no tienen una cultura democrática y tampoco experiencia en participar en la defensa de los intereses colectivos de la sociedad, cabría preguntar ¿están preparadas para elegir con su voto a quienes han de gobernar? Cuando ejerzan su derecho al voto ¿qué opciones políticas escogerán unas personas acostumbradas a vivir en servidumbre? Por último, aunque no por ello menos importante, la pregunta clave ¿a quién beneficia que la ciudadanía no tenga una cultura participativa, sea sumisa al poder, obedezca ciegamente a los dirigentes y no participe en la vida política de nuestras sociedades?  

Me limito solo a plantear las preguntas. No abordo las respuestas porque creo que lo verdaderamente importante es luchar por conseguir que las gentes abandonen la mentalidad de servidumbre y adquieran la cultura de una ciudadanía que lucha, sin miedo y con alegría, por su dignidad y en defensa de los intereses colectivos. Para contar con una ciudadanía participativa y comprometida, que disfruta luchando contra la injusticia, las movilizaciones son esenciales. Del activismo de la ciudadanía dependerá que se reactive y modernice la línea Madrid-Cuenca-Valencia. El tren será una conquista democrática o no será. Con el propósito de animar a la gente a que se comprometa, para que se extienda la cultura participativa, indispensable para la modernización del ferrocarril, haremos el plante trigésimo (30), el martes día 14 de marzo a las 18.00 horas en la plaza de España, frente a la subdelegación del gobierno.