Opinión

Vivir sin culpas (II)

Para algunas personas la expiación de la culpa pasa por el castigo, para otras la misericordia de Dios, para nosotros por un proceso de corrección. El cual implica la identificación de las ideas irracionales que nos provocan sentimientos de culpa, la discusión de creencias religiosas-filosóficas que potencian la idea de culpabilidad, el aprendizaje de nuevas conductas más deseables, y el aumento de la autoestima.

Detrás del sentimiento de culpa casi siempre podemos encontrar ideas irracionales fácilmente traducibles como LOS DEBERÍAS.

DEBERÍAS perfeccionistas: “Debería ser siempre feliz”, “Debería estar siempre de buen humor”, “Debería siempre tener la respuesta adecuada”.

Estos deberías nos crean unas expectativas inalcanzables que nos llevan a la frustración primero y después al sentimiento de culpa.

DEBERÍAS Omniscientes: ” Debería haber sabido que mi actitud le molestaría”, Debería haber supuesto que el cine estaría cerrado”.

Damos por supuesto que deberíamos tener un conocimiento absoluto, y perdemos de vista que en el momento que tomábamos la decisión creíamos que era la correcta.

DEBERÍAS Omnipotentes: ” Debería haber conseguido el trabajo”, “Debería haber evitado que fuese a comprar “. Damos por hecho que debemos tener el control sobre los demás y sobre nosotros mismos; y cuando no lo conseguimos nos perturbamos.

Para acabar con la dictadura de los deberías es importante que en el momento en que empecemos a experimentar una tendencia irreprimible a sentirnos culpables, repasemos qué tipo de pensamientos estamos teniendo y los refutamos… ¿Por qué tengo que ser siempre feliz? ¿Dónde está escrito que se deba ser permanentemente feliz? ¿Por qué no puedo ser feliz unas veces y otras no como la mayoría de la gente? ¿Realmente creo que ser feliz en todo momento es una perspectiva deseable? ¿Es realista pretender ser siempre feliz?

Sostenemos la creencia de que debemos ser siempre perfectos. Esta idea es inhumana”

En realidad, los deberías esconden una idea irracional de perfeccionismo. Sostenemos la creencia de que debemos ser siempre perfectos. Esta idea es inhumana, ajena a la realidad de que los errores de cualquier magnitud son una parte integral de lo que significa ser hombre. La afirmación racional opuesta a la idea irracional de perfeccionismo sería: “puedo ser imperfecto, soy un ser humano que a veces cometo errores. Me perdono mis defectos”. Otro paso hacia adelante para superar el sentimiento de culpa pasa por cuestionarnos nuestras creencias más ancestrales acerca de la culpa.

¿Es cierto que nacemos pecadores? ¿Debo esperar el perdón o puedo perdonarme a mi mismo? ¿Mi valor como ser humano depende de la aceptación de los demás?

Un tercer paso es la corrección de los actos que deploramos. En buena parte, aprendemos por ensayo-error, así que una falta es una señal sino de algo que teníamos que aprender. La idea de que no somos realmente libres de nuestras acciones no sólo es más compasiva sino que también es más real. En lugar de denigrarnos compulsivamente con ideas acerca de nuestra maldad intrínseca, es más compasivo aceptar que nuestra conducta, por incorrecta que fuera, era la única posible en ese momento y circunstancias concretas, perdonarnos por ello, aprender de la experiencia y sacar conclusiones que nos permitan enfrentar con más eficacia el futuro.

NADA QUE PAGAR

A las personas que sienten que deben pagar sus culpas, David Burns les propone que lo hagan pero poniendo límites. Si siente que debe ser castigado por una acción concreta, pregúntese: ¿Qué castigo concreto merezco? ¿Durante cuánto tiempo, un día, un mes, un año…? ¿ Cuándo expire mi castigo estoy dispuesto a dejar de sentirme culpable ? Al menos así se consigue no prolongar innecesariamente el sentimiento de culpabilidad.

Por último, vivir sin culpa requiere mantener una actitud firme de autorrespeto. Si aceptamos que tanto nuestras acciones más nobles como las más indignas han sido el producto de un aprendizaje, pero que no son identificables con nuestro valor intrínseco y, si además confiamos en nuestra capacidad para aprender y modificarlos, crecerá nuestro respeto y la creencia de que merecemos mejorar y superarnos. En cambio, si sostenemos que nuestra naturaleza es inherentemente mala, si no nos aceptamos de forma incondicional, nos será muy difícil dirigir nuestras acciones hacia el aprendizaje y el cambio, porque no creeremos realmente que lo merezcamos.

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