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José Eugenio Caracena cuelga el delantal tras tres décadas al frente de la carnicería del Casco Antiguo

José Eugenio Caracena, con 65 años recién cumplidos, cuelga el delantal de carnicero y esta semana comienza a disfrutar de su jubilación tras más de tres décadas al frente del negocio que su familia regenta en la calle Alfonso VIII desde hace casi ya un siglo.

José Eugenio ha sido la tercera generación de esta saga familiar de carniceros conquenses que ha conseguido que su apellido sea sinónimo de calidad gracias a sus productos de primera. Su abuelo, Eugenio, abrió la tienda en 1933. En 1953 tomó el relevo su padre, Asterio, tan recordado en el vecindario que algunas personas llaman así al establecimiento. Su hijo comenzó a ayudarle desde muy pequeño, aprendiendo el oficio y encargándose de mandado  como llevar pedidos a las monjitas del convento de Las Blancas, a los restaurantes y a los clientes del Vaticano en general.

“Entonces había más vida en el barrio”, recuerda el carnicero, que vivía junto a su familia en esta parte de la ciudad. Se acuerda también de Fernando Zóbel, que le hizo una fotografía junto a su padre que ha exhibido durante años, tras el mostrador, junto a otras imágenes, como un retrato de la familia y estampas de devociones como el Jesús de Medinaceli y la Virgen de las Angustias.

A los 17 años, su padre le ayudó para que abriera una carnicería en el antiguo mercado de Santa Ana y en 1993, con la jubilación de Asterio, se hizo cargo del establecimiento de Alfonso VIII, mientras que su mujer se puso al mando de la tienda que habían adquirido en la urbanización Siglo XXI, cuando la decadencia de aquel mercado del barrio de Casablanca comenzó a ser irreversible. Hoy esa tienda ya está cerrada por problemas de salud de su esposa.

“Si levantaran la mano y lo pusiesen un poco accesible, el barrio se poblaba en dos días”

El tendero, acompañado de su fiel escudera Tere, que ha estado con él durante 19 años, cuenta entre su clientela con vecinos, establecimientos hosteleros y turistas que, cuando se va de la ciudad, lo hacen cargados de viandas. Muchos de ellos, cuando regresan a Cuenca, repiten también visita a la carnicería: “El otro día estuvo una mujer de Barcelona que se llevó unos chorizos hace un año y volvía a por ellos”.

 “Ahora el barrio se está quedando flojete y llevamos una temporada en la  que todo es prohibir. No se dan cuenta que un casco antiguo despoblado  es una ruina”, lamenta Caracena, que considera que “si levantaran la mano y lo pusiesen un poco accesible, con aparcamiento y demás, se poblaba en dos días, porque pisos hay a montones”.  

“Yo cuando vine aquí hace 32 años era un sinvivir de gente preguntando, todos los días, por pisos de alquiler. Gente joven que buscaba por San Miguel, la calle Pilar y la calle San Pedro. Pero ya empezaron con lo de no aparcar y nosequé y nosecuantos. Al final, la gente termina por cansarse y se va”, opina.

Además, el empresario rompe una lanza en favor de los pisos turísticos, a veces cuestionados, “porque están dando vida al Casco y hay épocas en las que los restaurantes están llenos y, si tienen apartamento, se fríen un pollo con ajo y ya han comido”.

TESTIGO DE LA EVOLUCIÓN DE CUENCA

El tendero ha visto la evolución de Cuenca y de sus gentes. En sus recuerdos aparecen clientes “que eran humildes no, lo siguiente. Gente obrera que en el momento en el que cogían dinero, aquí estaban. Entonces cobraban los sábados, cuando les pagaba el amo y a lo mejor tenían solo para un pollo, así que le apuntabas y les devolvías el dinero”.

También han pasado por Caracena muchas celebridades, comenzando por el propio Zóbel y otros pintores como Bonifacio, músicos como José Luis Perales, “un tío sencillo, más majo que la hostia” y Antonio Pérez, “que compraba cosillas para la plancha”.

Entre su clientela también ha habido varios alcaldes de Cuenca. “Cenzano fue un cliente fiel y Ávila también”, señala. En ocasiones, cuando alguno de estos políticos ha cruzado la puerta, ha aprovechado para compartir sus inquietudes con ellos, a veces dándoles caña. “Una vez en campaña electoral vino Beatriz Jiménez, del Partido Popular, y la verdad es que yo estaba encendido y pagó ella el pato, pero le dije que Cuenca está en la ruina, en lo peor del mundo y que cómo iban ellos a apañar en cuatro años”.

Y es que Caracena no es optimista con el futuro de Cuenca: “¿Qué industria hay? ¿La gente trabaja? Un matrimonio que tiene dos o tres hijos, se le van los dos o tres  porque no pueden estudiar y ya no vuelven”.

El ejemplo lo saca de una cliente que ha atendido en la misma mañana en la que se hizo esta entrevista. “Una mujer con tres hijas, entre ellas una ingeniera forestal y una psicóloga. Son cerebritos y se están yendo porque aquí no hay nada. ¿Qué porvenir tienen aquí? Y la madre, cada noche que cierra la puerta, está sola”.

UN PASO ADELANTE EN LA PANDEMIA

Entre los momentos más difíciles que ha vivido en este oficio, el carnicero no se olvida de la pandemia del Covid-19.Recuerda que “el horario de venta era de 9:30 hasta las 13:00 y, cuando terminábamos, la calle estaba vacía”. Durante aquellos días gran parte de su trabajo era llevar pedidos a domicilio “y había gente con tanto miedo que le tenías que dejar la compra en la puerta y te dejaba el dinero bajo el felpudo”.

Personalmente, el pico de la crisis sanitaria con tres nietos de pocos meses a los que no podía ver y con su mujer delicada de salud. “Me acuerdo como si fuera ayer de cuando el tío del pelo rizado (Fernando Simón, el portavoz de la pandemia) nos pedía por favor que no viniésemos a trabajar”.  Sin embargo, Caracena era consciente “de que hacía falta aquí, así que me levanté y me vine aquí”.

 De vez en cuando, si tenía que bajar al centro, se encontraba que tenía un coche de policía detrás y un día le pararon en la rotonda del McDonalds cuando iba a echar pienso a sus animales al pueblo. “Me preguntaron cómo lo justificaba y les dije que fuéramos a La Vereda, que es donde compro el pienso, para que el hombre se lo confirmara. Me dejaron continuar, pero me recordaron que la multa era de 600 ‘palos’”.

 La mayoría de los clientes agradece todavía hoy su ayuda durante aquellos meses de enfermedad, aunque también hay alguna que otra persona “que ni agradecida, ni pagada, aunque no se lo echo en cara, porque mi corazón decía que era lo que tenía que hacer”.

La gente se tiene que mentalizar de que la tienda de barrio es el futuro de ellos”

En general, Caracena lamenta que “la gente somos muy desagradecidos, preferimos comprar a Amazon que a un tío que lo estás viendo todos los días”. Observa que la gente compra por Internet cosas “que seguramente las tiene más baratas en Ródenas o en Ferretería San José”.

“Ahora todo lo que hay son franquicias y yo lo entiendo, pero cuando eches algo en falta, como en la pandemia, vas y llamas al Amazon”, insiste el empresario conquense, que cree que la gente “se tiene que mentalizar de que la tienda de barrio es el futuro de ellos”.

Además, subraya la diferencia de trato que hay en un comercio de cercanía y una gran superficie: “Tú vas al carnicero y cuando le pides un pollo le pides que le quite la pata y que saque las pechugas y te lo hace tan gustoso, pero en el supermercado ni te escuchan”.

RELEVO EN EL NEGOCIO

Caracena es consciente de que pertenece a un oficio que se esfuma, al menos, en su vertiente más tradicional. Precisamente hace pocas semanas se jubilaban también los hermanos Bodoque, otros veteranos del gremio. “En tres o cuatro años solo quedará la gente joven, que ahora tiene otra idea de este trabajo y lo de partir un gorrino…”. 

Uno de estos carniceros de nueva generación es su hijo Rubén, que regenta ya un negocio en Hermanos Becerril y ahora tiene que decidir si toma el relevo de su padre en Alfonso VIII. “Yo no sé lo que querrá hacer, porque todavía no hemos hablado”, revela. Si finalmente da el paso, además de mantener uno de los pocos negocios de la ciudad que pueden presumir de tener casi cien años, permitirá que el Casco Antiguo siga contando con carnicería y no se siga despoblando de comercios locales.

¡Menudo revuelo hay en el barrio, y eso que lo llevo diciendo una semana!”

Caracena es consciente de que, si hay relevo, tiene que ser rápido, “porque a la clientela no la puedes dejar así. ¡Menudo revuelo hay en el barrio, y eso que lo llevo diciendo una semana!”. El empresario pide por adelantado disculpas a los clientes que lleguen a partir del lunes, sin saber de esta noticia, y se encuentren con la tienda cerrada.

“El otro día se lo conté a una de las monjas de Las Blancas y me dijo ‘¡Ay, José! ¿Qué vamos a hacer?’ Le faltó poco menos que llorar. Yo la tranquilicé, les pasé el contacto de mi hijo y les dije que estaremos en contacto”.

En cualquier caso, esta decisión llegará después de San Mateo, fiesta en la que José Eugenio recibirá uno de los reconocimientos que se entregan en el balcón del Ayuntamiento, durante el acto del pregón, por su trayectoria empresarial.

José Eugenio aprovechará su jubilación para pasar más tiempo con sus animales, en el pueblo, La Parra de las Vegas, y sobre todo para ejercer de abuelo y cuidar a su mujer. “Que Dios me dé salud para poder disfrutar, que es lo único que pido”, ruega. 

Por su parte, Tere también se vacaciones, pendiente de qué pasará en octubre con esta ‘Carnecería’, como reza ese rótulo en la fachada de Alfonso VIII que conserva esta denominación usada en el castellano antiguo y que, al igual que el conjunto de la tienda, es también patrimonio de Cuenca.

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