En medio del verano castellano, la comarca de La Alcarria conquense —con sus paisajes de característicos de girasoles y pueblos del patrimonio — ha acogido una nueva edición de la Feria de Artesanía y Oficios, una cita anual que congrega a artesanos locales, creadores de oficios tradicionales y visitantes interesados en la cultura rural. Mucho más que un evento cultural o comercial, esta feria se ha consolidado como un modelo de buena práctica para el desarrollo rural sostenible, revitalizando el tejido social, económico y simbólico de una región históricamente golpeada por el éxodo rural. Un evento impulsado por el grupo CEDER que es digno de elogio. Este evento se erige como un espacio de acción, pluralidad y memoria colectiva, que contribuye a reconstituir el sentido de comunidad política en el medio rural.
Una feria que arraiga el presente en la tradición
La feria no es solo un escaparate de productos artesanales sino un ritual comunitario que permite a los oficios cobrar vida en el presente. En este artículo me apoyaré en el pensamiento de Hannah Arendt, en el que la acción humana solo cobra sentido cuando se enmarca en un espacio plural donde las personas aparecen unas ante otras, se reconocen, dialogan y actúan colectivamente. En este sentido, la feria constituye un foro donde se teje comunidad: los talleres en vivo, las conversaciones en las plazas, las historias contadas en torno a los oficios, relevan una experiencia política fundamental: la de estar juntos, fabricar realidad común y ocupar, aunque sea simbólicamente, el espacio público.
La pluralidad —categoria central del pensamiento arendtiano— se manifiesta aquí en la variedad de artesanos y productos, en sus distintas trayectorias vitales y estilos de creación. Lo artesanal no es solo lo hecho a mano, sino lo hecho en común, lo compartido. Como señala Arendt, la condición humana se enriquece en esa interacción entre lo privado (el trabajo silencioso del taller) y lo público (la feria como ágora). Restituir esa relación contribuye a lo que ella llama la “reinvención del mundo”, entendida como el esfuerzo por devolver significado al vivir juntos en un contexto compartido.
Desarrollo rural como causa de libertad
En un escenario donde muchos territorios rurales enfrentan procesos de despoblamiento, falta de servicios y pérdida del valor simbólico de sus prácticas tradicionales, la recuperación de actividades artesanales mediante ferias como la de La Alcarria conquense, recupera no solo habilidades económicas, sino también espacios de libertad en sentido arendtiano. Arendt nos recuerda que la verdadera libertad no es solo liberarse de la opresión (liberación), sino participar activamente en la creación de lo nuevo desde lo común (acción).
El ecosistema que se genera durante esta feria —donde el entretenimiento, la economía local, la educación intergeneracional y la creatividad convergen— permite que los habitantes de los pueblos reimaginen su relación con su medio, recuperando el sentido del “comienzo” al que Arendt se refiere cuando habla del nacimiento como poder iniciar algo nuevo. El desarrollo rural no es así solo una política pública, sino una praxis política en la medida en que los sujetos recuperan agencia sobre la configuración de su territorio, su cultura y su futuro.
La tradición como recurso para la imaginación política
La feria de La Alcarria conquense celebrada este año en Villaconejos de Trabaque, pueblo peregrino del Camino de Santiago de la Lana, podría entenderse como un ejercicio de memoria en acto: un intento de devolverle sentido original a las prácticas que en otro momento configuraban el vivir rural.
Los oficios tradicionales no son mera nostalgia, sino vehículos de transmisión de saberes encarnados, que actualizan su sentido en nuevas generaciones. En palabras de Arendt, esta capacidad de “volver al origen” para discernir el espíritu original de los conceptos, no implica una regresión, sino una lectura crítica capaz de restituir sentido a lo heredado. Tal es el valor de una feria que no busca “congelar” la tradición, sino darle una forma renovada, reimaginada, reinterpretada.
En este contexto de La Alcarria conquense, su espíritu se refleja en las redes de colaboración entre asociaciones, ayuntamientos, artesanos y vecinos, que, sin grandes estructuras jerárquicas, construyen en común un evento que responde a necesidades reales y simbólicas del territorio.
Este “saber hacer” colectivo es una forma de política tal como Arendt la concibe: no como administración burocrática ni como simple gestión de recursos, sino como eclosión de la acción humana en pluralidad. Frente a la lógica productivista, este modelo de organización pone en práctica el poder constituyente de la comunidad, es mucho más que un evento turístico o económico. Es una inscripción concreta, casi silenciosa, en la tradición política activa, en el sentido arendtiano y responde a una urgencia contemporánea: reconstruir espacios de libertad en un mundo progresivamente subsumido por la lógica de la necesidad, la eficiencia y la homogeneización global.
Los que allí estuvimos, nos encontramos como en casa, nos sentimos un poco de allí y disfrutamos con la acogida y la tradición. Siempre es positivo hacer este viaje a la Alcarria Conquense para llevarnos una dosis de realidad y acción a nuestros lugares de residencia que nos sirvan de referente para el resto del año.








ÚNETE AL CANAL DE WHATSAPP DE ENCIENDE CUENCA
SIGUE A ENCIENDE CUENCA EN GOOGLE NEWS
MÁS ARTÍCULOS DE LA AUTORA