Cultura

Salvador Sobral firma un divertido y emocionante fin de fiesta de Estival Cuenca

Cuando se anunció el concierto de Salvador Sobral en Cuenca todos imaginamos un recital íntimo de piano y voz y empezamos a prepararnos mentalmente para una velada de suspiros de jazz y boleros que ponen el vello como las espinas del erizo. El portugués hizo pedazos ese esquema y regaló el concierto más sorprendente, luminoso y divertido del festival, regando de ritmos latinoamericanos el repertorio de la velada, pero sin dejar de embrujar con su personalísima voz. El resultado fue el que se esperaba: Sobral acabó tocando la fibra de los conquenses, pero por todos los filamentos, también por los menos inesperados.

“Se me olvida tu cara de tanto quererte”, comenzó cantando Sobral desde las últimas filas del patio de butacas del escenario Solán de Cabras, donde comenzó a tejer el hilo de Ariadna que iban a seguir los espectadores durante casi dos horas de concierto. Tras esparcir los polvos mágicos que guardaba en sus versos, se subió al escenario para disparar los primeros ritmos tropicales de la velada, bailando al ritmo de una gran banda con piano, contrabajo, guitarra y saxo. Pronto sacó a relucir también su rostro dicharachero y su humor mordaz. Sobral interactuó constantemente con el público, cantó varias canciones entremezclado con la gente y hasta consiguió organizar un coro de pajarillos con ellos.

Las canciones de su último disco, Timbre, tuvieron especial protagonismo en el repertorio de Sobral, que de vez en cuando cantaba con la vista fija en las Casas Colgadas, iluminadas con los colores de Portugal. Una de las virtudes del espectáculo fue que el ambiente festivo no arrinconó a la emoción, que brotó a borbotones cuando el de Lisboa interpretó El regalo que me hiciste, dedicada a la persona que le donó el corazón y con él una nueva oportunidad de vivir.

Sobral se sentó al piano para que el público conquense tuviera también una pequeña ración de la idea preconcebida con la que habían llegado al Parador. Fue entonces cuando el portugués interpretó Amar pelos dois, la canción con la que ganó Eurovisión, pero también cuando se sacó un nuevo as de la manga: una versión del ¿Y quién es él? de José Luis Perales, un homenaje desde un escenario que el de Castejón podría haber visto desde su casa en el Casco Antiguo. De esta forma, Sobral mostraba su gratitud con la ciudad y Estival por la concesión del premio Manuel Margeliza a la trayectoria musical.

El lisboeta invitó al trompetista Enriquito a tocar un último bolero para tomar aire con la traca final del concierto, que logró levantar al público de los asientos para bailar junto a él y todo el equipo de Estival Cuenca, que le siguió hasta el interior del Parador, donde concluyó este viaje plagado de cambios de ritmo.

Antes del concierto de Salvador Sobral el público disfrutó de la actuación de Paula Serrano, que se subió por quinta vez al escenario de Estival Cuenca, donde está quedando registrada la evolución musical de esta artista conquense. En esta ocasión la cantautora y su banda tuvieron que enfrentarse a los problemas causados por una tormenta que les sorprendió durante la prueba, pero salieron airosos para confirmarse como el grupo conquense que camina con más firmeza en la actualidad.

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