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Los olvidados de la fosa 2.652

Los restos de 48 víctimas mortales que perecieron en el Hospital Militar de El Cañizar durante la Guerra Civil Española –entre los municipios de Cañete y Pajaroncillo– esperan el momento, cerca de 85 años después, para ser desenterrados y sepultados dignamente en sus respectivas localidades de procedencia. Juntos a los suyos, junto a los que esperaron tantos años y también perecieron, llorando amargamente su pérdida y sin saber dónde exactamente habían sido inhumados sus cadáveres.

Para ponernos en situación, esta historia comienza en noviembre de 1936, unos cuatro meses después del estallido del conflicto civil y justo cuando las tropas del bando nacional asedian y cercan la capital madrileña, encontrando la resistencia del Gobierno republicano. Los nacionales ya se han apoderado de importantes plazas como las de Alcorcón, Getafe, Móstoles, Fuenlabrada o Leganés, entre otras. Las primeras unidades de la Legión Condor -la fuerza aérea del Tercer Reich- ya viajan desde Alemania hacía España, mientras que los bombarderos rusos Tupolev atacan posiciones nacionales que cada vez están más cerca de Madrid.

En este mes crucial para relatar el devenir de la Guerra Civil, el Gobierno de la República decide trasladarse a Valencia, parte a la ciudad levantina la primera expedición con las principales obras de arte del Museo del Prado, o se condena al falangista José Antonio Primo de Rivera a muerte y es ejecutado el día 20 en Alicante, entre otros sucesos relevantes.

Dada la proximidad de Cuenca -fiel a la República- con el frente de batalla en Madrid, partidarios de uno y otro bando deciden acudir junto a sus respectivos bandos para combatir en la encarnizada lucha. A otros tantos kilómetros, en dirección noreste, se van a suceder los combates en ambas márgenes del río Ebro.

Puede decirse que Cuenca es tierra de paso, retaguardia para muchos de aquellos republicanos que, o bien desde el sur o desde otras posiciones del levante español, transitan por tierras y caminos conquenses en dirección a alguno de los frentes de la batalla.

Es aquí donde surge la figura de uno de los principales protagonistas para relatar esta historia. Se trata de Pedro Vallina, un médico, sevillano, anarquista, quien a la edad de 57 años decide aceptar el puesto que le otorga la Columna de Milicias Confederales.

Vallina se desplaza en esos primeros días de noviembre desde Extremadura, cuando la batalla se recrudece, con el propósito de montar un hospital de campaña en la comarca y atender a los heridos que bajen desde el frente del río Ebro.

A los pocos días, Vallina entabla amistad con el veterinario y los vecinos de la localidad cañetera deciden entregarle una finca y una “hermosa” vivienda para que lleve a cabo su empresa. Cuenta el médico sevillano en su libro ‘Mis Memorias’ (Editorial Libre Pensamiento – 2000) que pronto se dio cuenta de que “los pueblos de aquella zona”, y casi todos los de la provincia, eran “pobres y atrasados bajo todos los aspectos”. No obstante, reconoce que eran “bien intencionados” y habían acogido la “revolución con entusiasmo” en esos primeros meses.

Y, en poco tiempo, el proyecto para equipar aquella magnífica vivienda en el llamado paraje de ‘El Cañizar’ es una realidad. No solo se dedicaría a los heridos en el frente, también se habilitaría un departamento para que los enfermos civiles ajenos al conflicto, pudieran ser operados quirúrgicamente si fuese necesario y, además, se dispensaran medicamentos desde este hospital de campaña. ¿Cómo se financiaría? Los propios vecinos de la zona aportaron sus bienes y se prestaron a colaborar para que el edificio tomara forma y atendiera a los primeros heridos que iban llegando desde el norte y que travesaban buena parte de la escarpada y abrupta Sierra de Albarracín y la Serranía conquense.

Solo con imaginarlo da pavor. En las gélidas noches de invierno pernoctar a la intemperie y cruzar la quebradiza comarca conquense sería todo un ejercicio de valentía y supervivencia. Más cuando los soldados, heridos de gravedad en su mayoría, tenían que recorrer muchos kilómetros para que fuesen atendidos sanitariamente.

Allí, junto al río Cabriel, a pocos kilómetros del mágico paraje de Las Corbeteras y en el camino hacia Cañete, en un lugar elevado, rodeado de pinos y vistas espectaculares, se había instalado un hospital militar para atender a aquellos soldados heridos, en algunos casos prácticamente desahuciados. A pocos metros de aquel edificio, al otro lado de la carretera y junto al cauce, varias familias ocuparon las casas de la fábrica de resina y colectivamente comenzaron de nuevo a producir.

No faltaba la comida para los que habitaban el Hospital Médico-Quirúrgico de la finca de ‘El Cañizar’, ni para los que lo frecuentaban. Cerca de 2.000 cabras –requisadas a los ganaderos nacionales de la zona– daban leche y carne a los enfermos cuando era necesario y los vecinos ponían sobre la mesa las hortalizas o lo que tuviesen a mano.

Sin embargo, y aunque esta singular cooperación en tiempos de guerra funcionó varios años, se corrompió finalmente con la masiva llegada de numeroso personal sanitario que procedía del frente y huía hacia la retaguardia cuando la guerra estaba ya decantándose decididamente en favor del bando nacional. El hospital, por tanto, funciona aproximadamente dos años y dos meses, hasta que es abandonado a finales de marzo de 1939. Vallina es uno de los primeros que huye en dirección a Barcelona, buscando cruzar los Pirineos y huir así de una muerte segura.

Lógicamente, y en todo ese tiempo, se logra salvar la vida de cuantiosos soldados pero los que no pueden superar la enfermedad, o las heridas mortales en todos aquellos meses, son sepultados en el campo santo de la localidad más próxima a El Cañizar, Pajaroncillo, que dista al menos una legua (4,8 kilómetros). En ese sentido, cuenta Vallina en sus memorias que en el cementerio de la localidad serrana se enterraron los cuerpos de los muertos que, en algunos casos, eran velados y acompañados hasta sus sepultura por familiares, hermanos, mujeres o hijos.

La fosa de Pajaroncillo.

¿Quiénes eran aquellas 48 personas que por avatares de la vida acabaron en la fosa de Pajaroncillo? El representante de los familiares que desde 2017 desean localizar la fosa y desenterrar a los suyos, Paco Cantero, avanza que una de las víctimas era un niño de cerca de 10 años de edad que, probablemente, jugó con los restos de algún artefacto y que, por curiosidad y casualidad, reactivó. Desgraciadamente la metralla le alcanzó y nada pudo hacerse por su vida. Falleció en el hospital y fue depositado en aquella fosa común junto con los milicianos que habían caído a lo largo de los meses anteriores.

Algunos de aquellos soldados fallecidos, con nombres y apellidos, no tenían más de 18 años y provenían de localidades tan dispares como Albalat de la Ribera, Alzira, Aldaya, Cofrentes, Algemesí y Alcublas (Valencia), Navas de Jorquera (Albacete), Tolva y Estopiñán del Castillo (Huesca), Menasalbas y Herencia (Toledo), Murcia capital, Lorca, Yecla y Abanilla (Murcia), Moraleja (Cáceres), Navalvillar de Pela (Badajoz), Alobras (Teruel), Alforque (Zaragoza), Zucaina (Castellón) Madrid capital y Morata de Tajuña (Madrid), Barcelona, Cortes de la Frontera (Málaga), Válor (Granada), Lubrín (Almería), La Pobla del Segur (Lleida), Alicante capital, Castalla, Dénia, Callosa de Segura y Aspe (Alicante).

Otros eran conquenses -de Arrancacepas, Tejadillos, Valhermoso de la Fuente y Olmedilla de Alarcón- que habían apoyado al bando republicano y encontraron la muerte en estas tierras. Nadie les reclamó.

De izquierda a derecha: Angelino Maimón, Fernando Férriz y Joaquín Lázaro, tres soldados enterrados en Pajaroncillo

Cantero recuerda que el empeño de la jueza argentina María Romilda Servini –desde 2010 y en años posteriores– por reabrir las causas relacionadas con los crímenes de genocidio y contra la humanidad cometidos durante el régimen franquista desde 1936 a 1977 reactivaron la búsqueda de la fosa de Pajaroncillo, donde estarían los 48 fallecidos enterrados. “Adolfo Pastor –el responsable de desaparecidos de La Gavilla Verde en aquel momento– marchó a Pajaroncillo, se entrevistó con el alcalde y decidió mirar en los documentos de la época. Efectivamente, estuvieron indagando y encontraron los enterramientos de soldados o personal que había fallecido en el Hospital de El Cañizar por acontecimientos de la Guerra Civil”, cuenta el representante de los familiares.

De hecho añade que, posteriormente, se entrevistaron con varios vecinos para que aportaran sus conocimientos y así delimitar el espacio intramuros en el que, supuestamente, se encontraba el enterramiento. “Un vecino de Pajaroncillo, al que conocemos como el sastre y que era un niño en aquella época, veía por aquel entonces cuándo llegaban los camiones con los fallecidos. Los chiquillos iban detrás de ellos y observaban cómo les enterraban. El hecho es que nos dijo, textualmente, dónde estaban”, indica Cantero.

Las gestiones de La Gavilla Verde, asociación de Santa Cruz de Moya dedicada desde 2006 a la Recuperación de la Memoria Histórica, y la asociación de familiares dieron sus frutos y, finalmente, el Ministerio de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática incluyó la tumba en el Mapa de fosas de España y le dio un número, un nombre en el registro. 2.652. Asimismo, se otorgó una subvención inicial de 14.000 euros para que el grupo forense Paleolab, de Valencia, pudiera desarrollar las primeras prospecciones de geolocalización para determinar y delimitar los espacios donde se localiza la fosa.

Resultados y última hora.

Las primeras indagaciones con georradar se efectuaron en septiembre de 2021, allí donde se creía que estaría la fosa. No se halló movimiento de tierras. No obstante, y cuando se acababan los fondos para concluir las tareas, los más ancianos de Pajaroncillo que siguen con vida apuntaron a una de las zonas sin enterramientos superficiales del cementerio, donde mucha gente llevó flores durante años y las depositó en un espacio diáfano, sin sepulcros. Esta vez si se logró determinar que en ese punto existe un gran movimiento de tierras en el que se hallaría la fosa con los restos de las 48 víctimas.

La Gavilla Verde y la asociación de familiares esperan ahora otra subvención institucional para acabar con la primera fase, la de localización, y empezar cuanto antes con la segunda, la exhumación de los restos. Una tercera se encargaría de los estudios de laboratorio con las muestras de ADN y del estudio antropológico y genético para, posteriormente, restituir las víctimas a las familias que así lo deseen. Cierto es que algunos de ellos han rechazado hacerse cargo y prefieren el silencio. Por si acaso, la intención de La Gavilla Verde y los familiares es que quien desee trasladar los restos a sus lugares natales lo puedan hacer y para el resto de ‘olvidados’ se erija un monolito “en memoria de todos ellos, encontremos finalmente a sus familiares o no”. En la actualidad, Cantero confirma que en los próximos meses se acelerará la toma de muestras ADN a los familiares de los enterrados en la fosa para cotejarlo con los restos exhumados.

Los cuerpos de aquellas 48 personas, una de ellas el niño de corta edad, permanecen en la memoria de tíos, sobrinos o primos, familiares cada vez más lejanos, que se empeñan en devolver la dignidad de aquellos que lucharon por sus ideales y llegaron a fallecer por ellos, creyendo que dejarían a la humanidad un futuro mejor. Estuvieran en lo cierto o no, es de obligado cumplimiento que sus familiares, si así lo desean, puedan recuperarles y se les dé una digna sepultura.

Es de justicia que aquellos que dieron su vida por sus ideas, o incluso se vieron abocados a participar en una guerra de hermanos contra hermanos sin quererlo, puedan regresar allí donde están enterrados sus ancestros. Es de recibo que se devuelvan a sus familiares las pertenencias que tuvieran, si es que fueron enterradas con ellas, y que reciban el homenaje que no pudieron tener en vida. Fueron las primeras víctimas de aquella triste contienda que, por desgracia, aún divide las ‘españas’ y causa que las heridas sangren todavía.

Recordar nuestro pasado y nuestra historia nos ayudará a no cometer los mismos errores en el futuro.

UN COLABORACIÓN DE JONATAN LÓPEZ PARA ENCIENDE CUENCA

GALERÍA DE FOTOS:

BIBLIOGRAFÍA:

http://es.wikipedia.org/wiki/Pedro_Vallina

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