Semana Santa

Diálogos y conversaciones interiores en un silencioso Lunes Santo conquense

La noche tenebrosa del Lunes Santo de Cuenca, aparentemente silenciosa, está repleta de conversaciones. Tenemos el diálogo de los predicadores con las Siete Palabras de Jesús en la Cruz, las meditaciones interiores de los espectadores, las oraciones que se dirigen hacia el cielo. Todo es lenguaje en la procesión de la Vera Cruz desde que se pone en marcha en el interior del templo, antes de que se abran las puertas de la Catedral, hasta que la comitiva llega a San Esteban. Y todo aquel que asiste a esta procesión, ya sea como nazareno enlutado, devoto penitente o espectador instagramer, escucha y aprende.

Videocrónica de la procesión en este enlace

Una multitud presencia en la Plaza Mayor la salida del Cristo de la Vera Cruz.  A los pies del crucificado, junto a la siniestra calavera, luce una rosa para homenajear a los hermanos fallecidos y reivindicar la belleza y la vida entre las tinieblas. A los pies de la imagen también crece un cardo, ejemplo de resistencia por su capacidad de crecer entre las ruinas. La primera lección de la noche está bajo unos  pies enclavados.

La  primera reflexión es la del obispo, José María Yanguas. “Perdónalos,  porque no saben lo que hacen”, es la primera palabra. Yanguas reflexiona sobre el perdón a uno mismo y a los demás ante la imagen sobrecogedora del Cristo. El Coro Alonso Lobo canta antes de que el paso se ponga en marcha. Suenan latidos en la Plaza Mayor y una campana que lleva siglos anunciando muerte. La gente alza la cabeza cuando el paso se le acerca para captar los detalles de esta antigua y estremecedora talla. Tras cruzar los arcos, en la anteplaza, José María Martínez reflexiona sobre la culpa a partir de la Segunda Palabra: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. El ruido de la Plaza que se ha quedado atrás y los problemas de sonido rompen un poco el hechizo, aunque la procesión recupera la solemnidad en cuanto comienza su descenso.

Cavafis compara los días venideros con una fila de velas encendidas, y los pasados con una hilera de cirios apagados. En las filas de nazarenos que descienden por Alfonso VIII hay hachones iluminados y otros que no se dejan encender por el viento. Cada gota de cera que cae sobre el empedrado es una lágrima derramada por cada hermano que falta en la procesión. En San Felipe se pronuncia la tercera palabra: “Mujer, ahí tienes a tu hijo. Hijo, ahí tienes a tu madre”. Israel Casanova dedica su meditación a la madre que se despide del hijo exangüe que yace en sus brazos. Esta escena duele al pensar en las personas que se fueron sin despedida en la pandemia.

La procesión gira en la calle del Peso. Las aceras se estrechan como nudo en la garganta que se encoje por la proximidad de la muerte. A pesar de ser un punto angosto del recorrido, hay bastante público que escoge este lugar para ver la procesión. La imagen se detiene ante la iglesia de San Andrés para escuchar la cuarta palabra, “¿Padre, por qué me has abandonado?”. La mirada del predicador, Santiago Martínez, se dirigió hacia la imagen en el momento en el que le confesó “ te abandonamos a menudo (…) en nuestro propio abandono te invocamos, buscamos respuestas que a veces no encontramos, pero tú sigues ahí”.

La Vera Cruz se returce para girar en Solera y alcanzar la Plaza del Salvador. Allí se pronuncia ls Quinta Palabra: Tengo Sed. El predicador, Julio Fernández, se identifica con ese deseo de Jesús Crucificado e invita a los presentes a compartir con el nazareno su sed de justicia, de igualdad, de que muchas cosas cambien.

El coro Alonso Lobo  canta con más fuerza para acompañar al reo en los últimos metros de su descenso de la Cuenca Vieja. El río, que es vida, atraviesa esta procesión que anuncia muerte antes de la llegada a las Concepcionistas de la Puerta de Valencia, escenario de la Sexta Palabra: “Todo está cumplido”. José Manuel Vela reflexiona sobre estas palabras con las que Cristo asume un destino que ya estaba escrito.

El cortejo afrontó su tramo final de este recorrido de meditación embriagadora entre nubes de incienso. Un mar de silencio anegó la Plaza de la Hispanidad ante la llegada del Cristo de la Vera Cruz. “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”, es la última palabra de la procesión penitencial, pronunciada por el vicario de la Diócesis, Antonio Fernández. Una última oración acompaña la entrada en el templo de la imagen. Las velas se apagan y el Lunes Santo conquense termina con una exhalación.

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