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“En La Palma atendimos a personas que trabajaban en la emergencia y habían perdido ellos mismos las casas”

Ana Belén Galarzo (A la derecha en la foto) es psicóloga especializada en clínica y sanitaria, llegó a Cruz Roja en 2017 y se estableció en Cuenca como técnica del programa ‘Refugiados’. En el año pasado tuvo que trabajar en una pandemia sanitaria y en 2021 se desplazó como voluntaria a La Palma tras la erupción del volcán. En esta entrevista nos cuenta esta última experiencia.

¿En qué consiste el programa Refugiados?

Se trata del sistema de acogida para personas que han solicitado protección internacional. Cuando llegan a Cuenca les hacemos una primera acogida y trabajamos con ellos para que sean autónomos y puedan adaptarse a la vida de aquí. Yo llevo la parte de atención psicológica. Soy también psicóloga voluntaria en el Equipo de Respuesta Inmediata de Emergencias.

¿Cuando entró en Cruz Roja pensó que en algún momento iba a tener que enfrentarse a una pandemia y un volcán?

Es como vienen las cosas, una tiene que darlo todo. Lo bueno de Cruz Roja es que trabajamos en equipo, nos coordinamos entre todos y cada uno aporta lo suyo, así salen mejor las cosas.

Aunque vamos a centrar esta entrevista en su experiencia por alto, no quiero dejar pasar por alto la labor de Cruz Roja en la pandemia. ¿Cuál fue su labor durante los primeros meses de esta crisis?

Durante los primeros meses de la pandemia, aparte de seguir con mi trabajo normal de atención psicológica de los usuarios del programa en una situación así, que fue un poco desbordante para todos, más todavía para personas en situación vulnerable, desde Cruz Roja Cuenca se llevó a cabo una intervención que podemos llamar de ventilación emocional para los técnicos y voluntarios que estaban trabajando desde el inicio de la pandemia. Yo me encargué de organizar este servicio que se puso en marcha y junto con un grupo de psicólogos hacíamos llamadas de teléfono, tanto a técnicos como voluntarios, para ver cómo estaban, si necesitaban hablar, alguna herramienta, atención específica…

Algo así como dar fuerza a los compañeros en una situación complicada.

Claro.

Cada vez escuchamos más hablar de la importancia de la atención psicológica en distintos ámbitos. ¿Ya tocaba?

Ya era hora. Yo como psicóloga lo veo crucial y fundamental, no solo orientada a tener alguna enfermedad de salud mental, no hace falta. A través de la atención psicológica, puedes conocerte mejor a ti mismo, llevar a cabo un crecimiento personal y adquirir herramientas para sentirte mejor, se puede abordar desde diferentes aspectos.

En Cruz Roja da igual en qué territorio te encuentres, somos todos un equipo”

¿En qué momento surge la posibilidad de ir a La Palma?

Fue un poco de sorpresa. En Cruz Roja da igual en qué territorio que encuentres, somos todos un equipo, y nos llegó un mensaje a las personas que formamos parte del equipo de respuesta inmediata de emergencias, para preguntar qué psicólogos tenían disponibilidad para ir a La Palma. Yo me apunté y no me decían nada, así que pensé “bueno, cuando me necesiten iré”, hasta que un viernes, casi a última hora, me avisaron de que el lunes siguiente cogía el avión. Fue un poco desprevenido, aunque estaba en alerta de que me podían llamar en cualquier momento, así que me lo tomé con mucha ilusión y ganas. Estuve allí del 15 al 23 de noviembre.

Otra compañera de Cruz Roja Cuenca estuvo allí, Victoria Bermejo. ¿Fueron juntas?

No, ella se fue a los pocos días de que yo volviera. Hicimos labores diferentes. To participé en una intervención puntual que era la primera vez que se hacía, para trabajar con los equipos de emergencia que estaban trabajando en el volcán. Junto a otros tres psicólogos fuimos a haber ventilación emocional con los equipos de bomberos y protección civil que estaban en La Palma y que, además, eran vecinos de La Palma. Mi compañera fue a hacer atención psicológica con las personas afectadas que lo necesitan. Cada diez días va un grupo de psicólogos preparados para este tipo de casos.

Mi primera impresión fue el despliegue tan grande que tiene Cruz Roja en La Palma”

¿Cuál es su primera impresión cuando llega a La Palma?

Mi primera impresión fue el despliegue tan grande que tiene Cruz Roja. El compañerismo, el trabajo en equipo y la energía que tenía todo el mundo para ayudar. Desde que me monté en el ferry y conocí a algunos de mis compañeros ya me transmitieron eso. Está todo muy bien coordinado y organizado, no te sentías en ningún momento desprotegido, continuamente están pendientes de ti y sabes siempre lo que tienes que hacer.

¿Impresionaba ver  el volcán? ¿Estuviste cerca?

La isla es pequeñita. Nosotros dormíamos cerca de la capital, Santa Cruz, y desde allí el volcán no se veía. Sí sentías la ceniza y los terremotos. La intervención la hacíamos en un pueblo que se llama El Paso y desde allí sí que se veía la boca del volcán. Había muchos más gases y ceniza.

Una chica que vivía allí a la que pude entrevistar destacaba el olor y el ruido. ¿Tiene también ese recuerdo?

El ruido sobre todo, porque nosotros hacíamos intervención durante todo el día y de camino a la zona era cuando más lo escuchaba. Al olor me acostumbré y no lo noté tanto. Para mí lo más importante era el tema de la ceniza y los terremotos. Continuamente estabas sintiendo terremotos. Por la noche estabas durmiendo y te despertaba el vaivén en la cama. Y también la ceniza. No me pude poner lentillas en ningún momento y tenía que llevar unas gafas protectoras, era impresionante. No te dabas cuenta, pero había ceniza por todo sitios y, si no llevabas mascarilla, enseguida te daba tos.

Cuenta toda esta experiencia con una serenidad tremenda. No sé si es porque ya ha pasado tiempo o porque es su carácter.

Yo creo que es por mi carácter, todo el mundo me dice que doy esa sensación de serenidad, ¡no sé! (risas).

Está muy bien esa templanza en una situación de nerviosismo.

Yo cuando fui habían pasado ya sesenta días de la erupción. Piensa que son dos meses de ceniza, terremotos, lava… Había gente que, dentro de la tristeza y la preocupación, estaban normalizando que había que convivir con ello hasta que el volcán decida apagarse. Ahora lleva unos días relajado, a ver si sigue así. Nos comentaban que las primeras semanas sí que fueron más caóticas, con una sensación más de miedo, pero al final es supervivencia pura y dura. O normalizas un poco o tu nivel de estrés llega un punto que enfermas. No te queda otra.

Hasta al apocalipsis te puedes acostumbrar, lo hemos descubierto en la pandemia.

Estamos hechos para adaptarnos a las situaciones y sobrellevarlo cada uno como pueda, con las herramientas que cada uno tenga. Y mucha gente que necesita una ayuda extra, tiene a Cruz Roja.

¿Cómo era una jornada suya de trabajo en La Palma?

Mi día habitual era levantarme a las siete de la mañana y, después de desayunar, teníamos casi una hora de trayecto hasta llegar a El Paso. A las nueve de la mañana teníamos el primer grupo hasta las dos de la tarde y las tres comenzaba otra intervención hasta las nueve de la noche. Estuve unos diez días.

Atendíamos a bomberos acostumbrados a la parte técnica de una emergencia, pero no tanto a la humana”

¿Alguna historia que le haya quedado marcada?

De por sí, ver un volcán impresiona bastante, es una experiencia tremenda. Historias, muchas. Me quedo con esa parte de los equipos de emergencia que habían cambiado su labor habitual. Atendíamos a bomberos acostumbrados a la parte técnica de una emergencia, a apagar un fuego, pero no tanto a la parte humana de lidiar con situaciones tan tremendas. Ellos te contaban cosas muy fuertes que habían vivido, pero se quedaban con esa parte humana. Lo que hacían casi todos los grupos era acompañar a las familias a sus casas desalojadas a coger enseres y volverse. Tenían unos veinte minutos pero muchas familias, a los diez, decían “vámonos, que le dé tiempo a otra familia”. Les decían que podían dedicar cinco minutos más, que era su casa e igual no la iban a ver más, pero no les importaba, cogían lo necesario y le dejaban tiempo a otras personas. Todos destacaban cómo ha aflorado esa parte más solidaria, de compañerismo y humana. Me quedo con eso.

Como ya ha comentado, eran trabajadores de La Palma, que incluso tuvieron que actuar en casas de amigos. Está bien que recibieran ese apoyo desde fuera.

En este tipo de intervenciones como la que yo hice siempre es aconsejable que la hagan psicólogos que no estén directamente implicados en la emergencia. Allí hay psicólogos buenísimos, totalmente capacitados para hacer lo mismo que nosotros y estaban trabajando en la atención de los afectados, pero este tipo de ventilación emocional es mejor que la haga alguien externo, para mantener un poco de distancia. Muchas de las personas que atendimos estaban trabajando en la emergencia y habían perdido ellos mismos las casas, o alguien de su familia. Todos conocían a gente o ellos mismos eran afectados. Imagina la carga de hacer trabajo y verte afectado en la parte personal. Siempre intentamos trabajar mucho el autocuidado, que es muy necesario en un momento así. 

¿Había tenido anteriromente una actuación semejante?

Parecida, no. En Cuenca tenemos un equipo de respuesta inmediata de emergencias, pero nunca hemos tenido una de este calibre.

¿Sigue siendo necesario trabajar en este campo ahora que el volcán parece que empieza a apaciguarse? ¿Queda mucho trabajo psicológico por delante?

Sí. Una de las psicólogas de nuestro equipo va a pasar Nochevieja y Reyes allí y se prevé que se va a necesitar gente durante más tiempo. Hasta ahora la gente estaba a ver qué pasa. Ahora que parece que está terminando, aunque no lo sabemos seguro porque es impredecible, viene el momento de empezar de cero y la ayuda psicológica va a seguir siendo muy necesaria.

¿Volvería si la llaman de nuevo?

Sí, yo me volvería. Ha sido una experiencia muy gratificante. Es una realidad bastante dura, pero la gente te agradecía tanto la labor que estabas haciendo y he aprendido tanto de las personas que he atendido y de mis compañeros de Cruz Roja… Me he llevado mucho aprendizaje.

Para terminar, hay que insistir en la labor de Cruz Roja durante estos dos años, que está siendo más visible que nunca.

Cruz Roja está al pie del cañón y tiene una capacidad de actuación enorme gracias a ls ganas de sus técnicos y voluntarios. Yo estoy superorgullosa.











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