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Andreas Meyer, un pintor suizo en Arcos de la Cantera

Andreas Meyer

Arcos de la Cantera es un lugar de ensueño. En 1850 se sabe que contaba con alrededor de ochenta casas, había un telar de lienzos y por allí pasaba la carretera de la Alcarria, con la denominación de Camino Real de Torralba, además de los ríos Noeda y Fuentes Claras más al sur, contándose con dehesas y prados, según lo cuenta Pascual Madoz, que fue Ministro de Hacienda durante el bienio progresista y autor del Diccionario de España y sus posesiones de ultramar.

Hay en los atardeceres de Arcos de la Cantera una vocación abstracta. Este pueblo mágico del municipio de Chillarón de Cuenca, apenas cuenta hoy con algo más de una veintena de vecinos. Y entre ellos vive el pintor suizo Andreas Meyer, nacido en Zurich en 1944, el artista atesora una larga trayectoria creativa y reside en Cuenca a la vieja usanza de los pintores abstractos, los artistas que fundaron el museo de las Casas Colgadas y protagonizaron el episodio más relevante de la historia contemporánea de la ciudad. El pintor suizo es un sobreviviente quijotesco, un hombre que ama lo que hace y pinta con absoluta libertad. Este verano su libro de cabecera estudio era el “Elogio del infinito” de Philippe Sollers, un volumen del escritor francés que le debe haber servido de reposo meditativo durante su jornada diaria de trabajo y el impasse de la pandemia.

Andreas Meyer lleva a sus cuadros el infinito de Arcos de la Cantera, sus pinturas vadean ante los ojos de quien mira, como si atravesaran el río de los colores de la vida y de la galaxia, a la par, concretándose en un cromatismo de fin de siglos. Hay en su pintura una implosión constante de magmas y cirros, los brochazos atisban una verdad íntima que se traduce en luces de la tarde, ritos de paso, deslizamientos, horizontes de ida y vuelta, interiores castellanos. Son títulos de sus cuadros, la remembranza poética de sus pinturas hace transparente un apetito de conocimiento y el alto grado de lírica que late en sus lienzos. Compañero de vida de la artista Pilar Conesa, el artista vive y sueña con la concreción exacta de un reloj suizo, ha hecho de su quehacer diario una búsqueda permanente de la belleza. 

Hay un catálogo bellísimo de su exposición pictórica, realizada en el Antiguo Convento de las Carmelitas, de mayo de 1999. Con texto del poeta Jesús Antonio Rojas, aquellos cuadros fueron hace veinte años una incursión artística de máximo nivel para la visibilidad del panorama creativo de Cuenca al borde del nuevo milenio. Atrás quedaban otras experiencias del pintor suizo como la muestra en la Galería Pilares, diferentes colectivas en la Sala de Exposiciones de la Hípica, junto a su trayectoria por galerías de Zurich en los años ochenta. Habla de su país con un desapego natural, allegado a la idea de una Europa sin fronteras, el artista habita al margen absoluto de la realpolitik de un continente raptado por los bancos y los intereses multinacionales. El arte va por otro lado, a la orden del día también, bajo el influjo de cada atardecer.

El pintor suizo de Arcos de la Cantera proviene de la estirpe de artistas europeos que llegan a España y se quedan para siempre entre los influjos solares de Castilla. De cabello blanco y mirada paciente, distraído en sus cavilaciones, Andreas Meyer pinta en una soledad cósmica. Hay cuadros suyos, de reciente factura, que bien podrían estar colgados en los museos de la ciudad de Cuenca como un reflejo paradigmático de sus atardeceres, de su paisaje abstracto, de su condición levítica. La potencia evocativa de su pintura tiene la misma sangre de los cuadros que un día hicieron de Cuenca un foco internacional de atracción artística. A su manera, desde la distancia y con el sello de identidad de un trabajo de décadas a sus espaldas, Andreas Meyer pasa horas eternas en su estudio de Arcos de la Cantera, pintando el infinito, como el Barón de Gros que eternizó las campañas militares de Napoleón, el artista suizo se bate frente a frente con los colores de la vida y del mundo.

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