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“Bailé sin público y fue como ir a dar un beso y encontrarte una pared”

Virginia García Vicente, bailarina y profesora de danza en la escuela Riá Pi Ta, habla en esta entrevista de su profesión y de cómo ha tenido que bregar con la pandemia durante el último año.

Las fotografías que ilustran esta entrevista son de Hector & Müller.


Después de que un año de sequía de actuaciones, las de este año las tienes que estar disfrutando.

La verdad es que estoy muy contenta, porque he estado todo el invierno insistiendo en que la cultura es segura, por supuesto con el público a distancia, con su mascarilla y con actuaciones al aire libre. Durante el invierno y la primavera me lie a enviar correos, como llevo haciendo diez años, y estoy muy contenta con la acogida, porque no me lo esperaba. Pensaba que iba a ser como el año pasado, cuando estaban todos los ayuntamientos con mucho miedo y no querían hacer nada, como es normal. Este año se ha empezado a mover y la gente quiere hacer cosas, siempre con todas las medidas, por supuesto. 

¿Aproximadamente, cuántos bolos has podido cerrar?

Unos quince. Muy bien, porque he tenido el local todo el invierno cerrado y con las clases hay muchos meses en los que apenas se tienen alumnas.

Al principio, la idea que yo tenía al principio era compleja de entender”

Vamos a recordar los inicios de Riá Pi Ta.

Empecé las clases en septiembre de 2018 y en octubre hice la inauguración de las actuaciones. El primer año y medio, antes de la pandemia, con muchísima ilusión y ganas, sobre todo intentando dar a conocer la idea que yo tenía, que al principio era compleja de entender, que es la de un espacio multidisciplinar y polivalente donde, por un lado, tienes clases de todo tipo, porque como a mí me gustan todas las artes hacemos talleres de teatro y canto, aparte de todas las disciplinas del mundo de la danza; y, por otro lado, la parte escénica. Yo siempre lo comparo con los que juegan al fútbol, que entrenan y el sábado tienen el partido. Yo opino igual, sea teatro o sea baile, una persona tiene que tomar sus clases y luego pisar escenario para coger seguridad y tablas, ver la utilidad que tiene lo que haces en clase. Y luego, a nivel personal, todos los beneficios que tiene subirse a un escenario y ver de forma práctica lo que hacemos en clases. Es verdad que al principio costaba un poquito. Me preguntaban: “¿Yo voy allí a qué, Virginia, a tomarme un café, a bailar?” Pues si, de lunes a jueves vienes a bailar, los viernes a un concierto, los sábados a un tablao flamenco… Al principio era un poco difícil, pero casi antes de la pandemia ya parecía que empezaba, no voy a decir a rodar, pero por lo menos a funcionar. Tanto a nivel negocio como de público, que las cositas que ofrecemos son de calidad y que a Riá Pi Ta se que podía ir a tomar clases, a un concierto, el slam poetry que hicimos con las Jornadas Cuenca a Escena… 

En definitiva, la idea era aprovechar el espacio al máximo, ya que se está pagando un alquiler o una hipoteca.

Claro. A nivel de negocio, por supuesto Y, a nivel de ideología, es que yo concibo así el mundo pedagógico artístico, siempre junto a un escenario, una cámara, una puesta en escena.

¿Cuándo empezaste a bailar y cuándo a bailar?

Yo empecé a bailar jovencita, a los ocho o nueve años, pero no fue hasta los dieciocho, cuando me fui a Madrid, cuando me empecé a dedicar en cuerpo y alma a ello. La carrera de danza es muy larga, más que la de medicina e igual que la de música. Son catorce años de estudio, un barbaridad. En cuanto pude intenté compaginar el mundo laboral con los estudios y pienso que esos dos mundos se nutren uno al otro.

Elvira Andrés fue un antes y un después en mi carrera profesional”

¿Algún maestro o maestra del que quieras acordarte ahora mismo?

Elvira Andrés para mí fue un antes y un después en mi carrera profesional. Ella fue repetidora de Antonio Gades y a mí es que me encanta la danza-teatro. Gades fue uno de los pioneros en contar historias a través de la danza. No es teatro, tiene canciones y en algún momento puede haber algo de texto, en Fuenteovejuna, pero no es teatro, es contar una historia con el baile, no es buscar un sentido solo estético, también dramático. Ella fue la que me abrió esa puerta que da al salón enorme en el que estoy metida. Y luego, a nivel personal, artístico y técnico, también me ayudó muchísimo. Entre otros muchos, pero por nombrarte a alguien.

¿Qué tal se te da impartir clases?

Mi idea siempre ha sido más bailar que dar clase, pero sí que es verdad que, cuando estás estudiando y quieres ganar un dinerillo, dar clases te garantiza unos ingresos al mes, aunque sean minimísimos, y compaginarlo con actuaciones y con ir de oyente a compañías. Fuera de lo que es el ballet nacional, es difícil que una compañía tenga tantos bolos como para vivir solos de una compañía, eso ya pasó totalmente a la historia. Ahora tienes que estar en mil compañías y ser profesora de mil cosas. Hay que ser polifacética para poder llegar al final, como bien sabes también. Yo empecé a dar clases y, a través de ellas, soy bailarina y coreógrafa. Y la verdad es que me encanta enseñar y de dar clases le voy cogiendo el gustillo, me parece tan agradecido humanamente… Al fin se le coge un cariño maravilloso a las alumnas, que son superagradecidas y muy dispuestas a lo que les digo y les propongo. Y lo que me proponen también, nos nutrimos mucho unas a otras. Me encanta a nivel personal, artístico y pedagógico, ver cómo una persona en una clase de flamenco cada vez cree más en ella misma, la inquietud, las dudas… ¡Me encanta cuando me preguntan en clase! ¡Es mi parte favorita, una duda! Ahí es cuando me dan rienda suelta para hablar y explicar. ¡Pobrecitas! (risas).

Cuenca es una ciudad inspiradora, donde hay muchas posibilidades artísticas”

¿Tu camino hubiera sido más fácil en Madrid que en Cuenca?

Creo que todo tiene sus pros y sus contras. En otra ciudad, a priori, es más difícil que te conozcan y todo es mucho más caro si quieres montar un negocio y tener un alquiler. Aunque Cuenca ya no está tan barata, la verdad, estoy mirando pisos de alquiler y me estoy quedando muerta, hay algunos que cuestan lo que yo pagaba en Madrid hace tres años. ¡Creo que voy a tener que dejar de quitar lo de que es más económico! Y bueno, la familia y la pareja también te hacen decantarte por Cuenca. También me parece que Cuenca es una ciudad muy inspiradora, donde hay muchas posibilidades artísticas. ¿Qué cosas pierdo? El enriquecimiento que tenía en Madrid, en Sevilla, en Málaga, en Granada o en otras ciudades donde estado, en las que hay mucha mayor oferta cultural. A mí me gusta muchísimo tomar clases de lo que sea y esa opción está un poquito más limitada aquí. Sin embargo, este aspecto de ciudad pequeña te facilita tener todas estas actuaciones. No digo que estando en Madrid no lo hubiese podido hacer, pero el caso es que ahora lo tengo y lo disfruto. Me gusta la gente de Cuenca, estoy muy agradecida. Es mi ciudad natal y es donde tengo a mi familia y a mi gente. Cuando tengo algún rato me voy a Madrid a dar clases. Ahora la verdad es que lo hago poco, querría hacerlo una vez al mes y creo que puedo hacerlo una vez al año. 

A recibir clases y a ver actuaciones…

Estuvo el Ballet Nacional en el Teatro de la Zarzuela e hice lo imposible para ir y verlo. Este año vino Antonio Najarro, a Cuenca, y allí estuvimos, toda mis alumnas y yo. A lo que hay en Cuenca, por supuesto que vamos a ir. Y las propuestas de fuera que me interesan, si puedo, cojo el coche y me voy a Madrid.

En Cuenca se percibe cierto ambientillo flamenco, a juzgar por el público que se reúne, por ejemplo, en las actuaciones de este género en Estival.

Yo pienso que Cuenca es una ciudad muy bailarina, muy musical y muy teatral. O sea, muy artística. El flamenco gusta muchísimo y seremos pocos, pero hacemos mucho ruido (risas).

¿No es tu deseo que Ria Pi Tá sea el templete del flamenco en Cuenca, un tablao de referencia?

Es difícil, porque aquí no tengo artistas, los tengo que traer de fuera y hay que ampliar los recursos, pero no puedes cobrar una entrada muy alta, porque no es costumbre en la ciudad. Hay una dualidad compleja de  poder solventar. Antes de la pandemia pude hacer un par de ellos al mes y algún mes que hice cuatro. Sobre todo intentar mantener la calidad y si hay que traer músicos de fuera, me los tengo que traer. Hemos tenido  también a baliarinas y bailaores, hay que nutrirse y enriquecerse. Como he disfrutado tanto de bailar como de ver a estos pedazo de artistas en Riá Pi Tá, yo estoy contenta y mientras que pueda luchar por ello, lo voy a hacer.

En Ria Pi Tá habéis programado desde flamenco a conciertos de hardcore.

Es que me gusta todo, pienso que de todo se aprende y todo está en todo. Al final son personas que se suben a un escenario. Yo soy de fisicalidad y cualquier persona que se ponga frente a un público, ya sea en la televisión, en una foto o en un escenario, lo hace con su cuerpo. De cada persona que se sube al escenario, aunque sea a tocar el piano, me fijo cómo se sienta, cómo anda, cómo saludo… Ahí hay danza, también. Hay luces, sonido, voz… Todo está unido y creo fielmente en la fisicalidad en los artistas en que un actor trabaje su cuerpo, que un cantante trabaje su cuerpo. Me gusta mucho esa rama y me gustaría profundizar un poco más en ella, un músico tiene que entender que necesita esas nociones físicas.

Fotos: Hector & Müller

Llegamos a la pandemia. ¿Cómo recibiste la noticia de que tenías que cerrar Riá Pi Ta?

Yo en esa época solo trabajaba y te mentiría si te dijera que yo había visto una noticia. Al día siguiente teníamos certamen coreográfico, es decir, las alumnas mostraban sus propias coreografías ante el público. Me escribieron las alumnas: “Oye, Virginia, que mañana no podemos hacer el certamen coreográfico, mañana no vamos a ir a actuar a Ria Pi Tá”. Les pregunté si estaban malas y me dijeron que estábamos todos malos y que el país estaba cerrado. Ahí es cuando dije “ah, pues si el país está cerrado entonces voy a encender la tele y voy a abrir el periódico”. Ya me enteré de la gravedad del asunto. Me pilló con todas las neveras llenas. Tenía el certamen coreográfico y al día siguiente otra actividad que no recuerdo. A mí me pilló en la cresta de la ola, porque normalmente programo con dos meses vista y en marzo tenía los carteles hechos, la publicidad de abril… Pienso que nos pilló a todos en la cresta de la ola.

¿Llegaste a pasarlo verdaderamente mal?

Lo primero era el susto de ver la gente que estaba falleciendo, el miedo a que le pasara algo a los abuelos y a las personas que tenemos más delicadas en la familia. Y luego, una vez que pasa ese susto, viene el otro susto, más económico, con los alquileres y los impuestos. Intente hacer lo que se podía, yo hice clases online inmediatamente, y actuaba en mi casa. Por ejemplo, coreografié la marcha procesional Caridad del Guadalquivir. También ‘Resistiré’ con pasos de flamenco. El Día del Libro, como a mí me gusta escribir poesía, recité a través de las redes sociales, que gracias a Dios tenemos ese medio tan maravilloso.

El verano pasado sí que tuviste la oportunidad de actuar en Estival Cuenca.

Abrí Ria Pi Tá un par de días, con aforo superreducido, e hice clases presenciales en el mes de julio, con unas medidas de seguridad muy restrictivas, con mucha distancia entre unas clases y otras para poder limpiarlo todo, poquitas alumnas y compaginándolo online. Pudimos hacer el certamen coreográfico, para que lo pudieran ver sus familiares, y alguna otra cosita más, pero con muy poquito aforo, un poco para que la esperanza sigua viva y para seguir luchando. Y entre ellos está Marco Antonio (de  la Ossa, director de Estival) como ejemplo de resiliencia y de que a mí no me para nada. ¡Olé por Estival, porque es que no les ha parado ni la pandemia! A mí me parece muy importante. Hay dos actitudes: miedo, no hago nada y miedo, pero a ver qué puedo hacer. Ellos son un ejemplo. 

“No es tan duro ver a la gente con mascarilla como ver que no hay gente”

¿Qué se siente al ver, desde el escenario, al público con mascarilla?

Fíjate, no es tan duro ver a la gente con mascarilla como ver que no hay gente. En diciembre tuve que bailar sin público y eso fue durísimo, porque yo, cuando me subo a un escenario quiero conocerme y compartir algo que yo siento. Mejor que irme a tomar un café con alguien es subirme a un escenario. Esa energía, ese calor de la persona que me está mirando, eso no lo tuve. Bailé sin público y me pareció durísimo, como ir dar un beso y, de repente, encontrarte una pared. Fue una sensación muy desangelada, muy triste y poco humana, un poco como de vacío. Y un poco un sinsentido, porque yo quiero hacer algo para compartirlo con alguien y hacerlo todo lo mejor que pueda. Verlos con mascarilla, después de eso, ya es una alegría.

Has integrado la pandemia en tu último espectáculo, que si no me equivoco se llama algo así como ‘¡Muere, bicho, muere!’

‘¡Muere, virus, muere!’

¿Estás pisoteando al coronavirus?

Todo lo que puedo. El virus hay que combatirlo, lo primero, con responsabilidad. Nos hemos vacunado, pero eso no significa que el virus se haya extinguido, sino que estamos intentando no morir del virus. Y, lo segundo, con ganas de tirar para adelante, trabajo, ilusión y ganas de seguir. Lo he llamado ‘¡Muere, virus, muere!’ y, retomando esa idea de  danza que cuenta algo, intento nutrir a los espectáculos de una base filosófica y de cierta trama. Al principio salgo limpiando, porque por la pandemia he tenido que trabajar de otras cosas que no han sido bailarina, para intentar ganarme la vida. Yo y todos mis compañeros de la profesión hemos tenido que hacer mil cosas para intentar sobrevivir. Salgo diciendo “el coronavirus a mí me está haciendo limpiar, pero yo quiero seguir bailando y, aunque tenga que limpiar, voy a seguir bailando”. Luego hay unos palos alegres y otros tristes y al final del espectáculo me desmayo, me muero, porque este coronavirus nos ha mostrado que estamos de paso. Que no se nos olvide lo efímero de la vida, que podemos tener unos proyectos y, en cualquier momento, te va a pillar y no te va a dejar terminarlos. No sabes el día ni la hora del coronavirus ni de cualquier cosa. Es una parada impuesta, que no te deja terminar los sueños y tu vida. ¡Cuánta gente ha visto truncada su vida por salud, porque han fallecido seres queridos y seres muy cercanos, o porque a nivel económico no han podido seguir con sus sueños! Vamos a vivir el presente y quién sabe si voy a poder acabar espectáculo.

¿Qué planes inmediatos tienes más allá de las actuaciones? ¿Cómo vas de alumnado para retomar las clases?

Somos muy poquitas, pero hacemos mucho ruido y, mientras ellas vengan, yo voy a dar la clase. En septiembre arrancamos con el nuevo curso y seguiré intentando hacer talleres de todo: danzas africanas, yoga, teatro… Y luego las clases que doy yo: flamenco, sevillanas, bata de cola, clásico, danza española, castañuelas… Muchas ganas también de retomar las actuaciones y poder abrir Ria Pi Ta los fines de semana. Y tengo también en la cabeza la idea del trabajo con el cuerpo, me parece fundamental para un actor, para un cantante, para un periodista… Esa rama de la danza me encanta y me quiero meter por ahí.

¿Y dónde te vamos a poder ver actuar en los próximos meses?

Vamos a ir a Portilla, Villar de Cañas, Las Majadas, La Frontera, San Pedro Palmiches, en el parque San Julián de Cuenca el 27 de agosto, Osa de la Vega, Ledaña, Castejón… Es el resultado de los diez años que llevo pico y pala y de que hay muchas ganas de seguir.

Fotos de Hector & Müller






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