Desde hace una década ejerce Mari Luz Bascuñana como logopeda en Cuenca y Tarancón. Estos sanitarios trabajan en los últimos tiempos con problemas derivados de las secuelas del coronavirus, que también les ha obligado a adaptar su manera de trabajar.
¿Qué tal pronunciabas en el colegio?
Mal, la erre me tenía frita. Una profesora me lo hizo pasar mal por eso. Fue mi madre la que me enseñó.
¿Es también logopeda?
No, era era gerocultora, ya está jubilada.
¿A qué edad empezaste a corregirlo?
A los cinco años a empecé a decirla bien.
Esa es una de las claves, empezar a corregirlo pronto.
Cuanto antes mejor, porque se asimilan mejor los conceptos. No todos los niños van a decir la erre a los seis años, depende de la madurez para hacerlo.
“El “ya hablará bien, déjalo” tenemos que quitárnoslo”
¿Los padres tienen que estar pendiente de esas cosas o es una tarea del colegio?
Hay factores ante los que los padres tienen que estar alerta. El “ya hablará bien, déjalo” tenemos que quitárnoslo. No se corrige solo, siempre es necesaria ayuda. En el colegio a veces alguna maestra lo detecta e intenta cambiarlo, pero no siempre surte efecto, porque son dos profesiones distintas. Nosotros somos sanitarios y ellos docentes.
Os encargáis de la pronunciación pero también de otra cosa importante que es la deglución. Los padres sí que tienen que estar atentos a estos posibles problemas.
La mayoría de los padres no se dan cuenta de que el niño traga mal hasta que van al dentista y les dice que tiene una deglución atípica y que hay que trabajar la postura de la lengua y los dientes no se descoloquen. Puedes poner mucha ortodoncia, pero si sigues colocando la lengua mal los dientes nunca estarán bien. Relacionado con el tema de la comida, ahora con los casos de Covid estamos viendo un montón de personas que, a raíz de haber pasado mucho tiempo en la UCI, presentan problemas de deglución, sufren disfagia y se atragantan con la saliva y con agua por el tiempo que han estado intubados.
¿Estás tratando muchos casos de este tipo?
Están llegando bastantes. También problemas con la voz y por el tema de la pérdida de olores y sabores.
¿Y qué podéis hacer con eso?
Trabajamos el entrenamiento olfativo y gustativo. Yo he practicado con la familia. Les pones esencias puras y ellos van viendo si los sienten más o menos.
“Quería probarme si podía subsistir con mis propios medios en un país extraño”
Llevas ya una década como profesional. ¿Cómo empezaste?
Al principio me fui a Perú. Le dije a mi padre que me iba a ir al primer sitio donde me llamaron y el primero fue Lima. Igual ayudó que mandé el currículum (risas). Quería probarme si podía subsistir por mis propios medios siendo logopeda en un país extraño. Luego volví a España y desde ese momento me lo monté por mi cuenta y riesgo. Empecé en mi clínica en Tarancón y ahora también estoy en Cuenca.
Háblanos más de tu experiencia en Perú.
Estuve trabajando en Lima, en una asociación. Fue bonito. La profesión de logopeda no existía como tal y no estaba regulada, así que teníamos categoría de doctor. ¡Me partía de risa, porque me llamaban licenciada doctora! Fue para formar a la gente que trabajaba allí, la mayoría profesoras, y hacía las funciones de logopeda como podía dándoles consejos para trabajar con diferentes patologías. El material que teníamos era el que traía en mi maleta de 23 kilos. Hasta entonces el único material que tenían eran los vídeos de Youtube sobre cómo pronunciar la erre. Ahora sí que está reglado y me siento un poco partícipe de eso.
¿Te tentó quedarte?
Sí me tentó, pero ocurrieron problemas familiares en España y tuve que venirme porque mi familia me necesitaba.
Regresas y te instalas en Tarancón.
¡Y ahí sigo con mis compañeras, más feliz que una perdiz!
¿Cuánta gente estáis en la clínica?
En la clínica estamos dos psicólogas, dos podólogas y yo. En Cuenca trabajo con otras dos personas.
¿Cuánta clientela maneáis?
Yo no tengo ni medio hueco, más con las restricciones del Covid. Por iniciativa propia prefiero ver a los pacientes de uno en uno, espaciados para que dé tiempo a airear. Es por la salud de mis pacientes, porque viene gente muy mayor y niños muy pequeños y por cuidar de ellos. También por cuidar de mí, porque soy autónoma y solo me puedo poner mala en vacaciones.
¿Cómo te pilló la pandemia?
El primer mes estuve de baja, bastante pachucha. Después, de forma altruista, como sabía cómo estaba la gente en el país, pensé en cómo podía paliar un poco ese sufrimiento y a los chavales que podía les mandaba juegos y actividades que realizaran con ellos. Eran sobre todo consejos para los padres y que trabajaran con ellos en casa durante el tiempo que estuviéramos confinados.
“Las mascarillas para nosotros están siendo un poco problema”
¿Cuándo volviste a la normalidad?
Creo que el fue el 18 de mayo. Parecía que iba a operar a un alien, llevábamos puestas calzas, batas, guantes… Gracias al cielo y a las vacunas todo se ha ido relajando y ahora usamos las mascarillas, que para nosotros está siendo un poco problema. Imagínate tener que enseñar a un niño a decir la ese y que no vea cómo colocas la lengua. Nos la hemos tenido que ingeniar con mascarillas transparentes y fotos. Los niños aprenden mediante imitación y, si no ven cómo lo haces, por ciencia infusa no lo aprenden. También nos hemos valido mucho de Internet y de las aplicaciones y hemos ido adaptando nuestro material para poder desinfectarlo al momento. Ha sido una carrera exprés. Antes trabajábamos en grupo y ahora individual, aunque perdamos dinero. Los niños se sienten más protagonistas porque dicen “mira, tengo a la Mari para mí solo”. Y a los adultos les pasa lo mismo, se tienen más seguros.
¿Se ha resentido la clientela, hay gente con miedo?
Si que hay gente que tiene miedo pero también hay otros que dicen que su familia lo necesita y han venido desde el primer día. La mayoría de la gente que acude a nuestras consultas, ya sea por una erre o por una ese, es porque tiene alteraciones asociadas, como problemas de pulmón o un ictus. Son personas que tienen más opciones de coger cualquier cosa y que la recuperación sea peor. Yo pensaba que íbamos todos a la ruina, pero hoy por hoy puedo decir que no.
¿A los logopedas os han vacunado?
Sí, cuando hicieron la vacunación masiva de profesionales sanitarios entrábamos en el grupo. Nos pusieron la primera dosis de Astrazeneca y el jueves nos enviaron un mensaje para preguntarnos cuál queríamos que nos pusieran de la segunda, si Astrazeneca o Pfizer?
¿No se puede pedir que te la mezclen?
Yo aprendí una cosa trabajando en la discoteca cuando me estaba sacando la carrera: no hay que mezclar (risas).
¿Llevar la mascarilla durante tanto tiempo puede afectar al habla?
En los colegios de logopedas están sacando informes de que afecta a la voz, porque gritamos más y respiramos más por la boca. Pero queda mucho que mirar, si eran problemas que venían de antes y se han acrecentado. Yo soy un poco escéptica.
Otra parte de tu trabajo es con los cantantes y hay algunos que llevan largo tiempo sin trabajar. ¿Han seguido acudiendo a la clínica?
Hemos trabajado más de forma online. Gracias a Instagram estamos trabajando de forma nacional y bastante bien, tanto con cantantes como actores.
¿Te llevas bien con el streaming?
Sí, lo que pasa es que me ría mucho yo yola (risas).
Cantar es una de las actividades más señaladas en esta pandemia. Se ha proscrito cantar y bailar.
Es cierto que no nos dejan, pero creo que dentro de poco va a haber conciertos, música y alegría. Para mí la vida es música y sin ella no se pueda vivir.
Para terminar, podemos volver al tema de las secuelas del coronavirus e incidir en que los daños pueden ser reversibles.
Primero se valora y se observa. No conocemos mucho de esta enfermedad y a cada persona le afecta de una manera. Hay gente que ha tenido daños en la voz, cerebrales, en la deglución… Lo primero es seguir las pautas que nos recomiendan: mascarilla, lavado de manos, gel hidroalcohólico… Y si tenemos síntomas hay que acudir al médico y que te derive al profesional adecuado, porque cuanto más tiempo pase, la recuperación es mejor.