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“El ambiente artístico de Cuenca está fragmentado por completo”

Juan Membrillo vino a Cuenca procedente de Tomelloso para estudiar Bellas Artes. Aquí ha encontrado un hogar y un lugar donde emprender el proyecto de la galería de arte Kanoko, junto su socio Santiago Torralba y el equipo de Cósimo Arte y Mediación. En esta entrevista analiza el panorama artístico de Cuenca y el presente de esta galería situada en la calle Los Tintes.

¿Cómo acabaste en Cuenca?

Vine para estudiar Bellas Artes. Empecé estudios de ingeniería civil, pero el arte era algo que me llamaba de atención desde pequeñito, siempre me ha llamado la atención el tema de la creación y llegó un momento en el que dije “esto lo tengo que probar”. Era una necesidad vital, me sentía muy sensible a todo lo que era la creación artística. Conocí a unas amigas de Alicante que se dedicaban a la danza y a una chica que es comisaria de arte, Diana Guijarro y ahí fue cuando se despertó algo en mí algo incontrolable. Dejé lo que estaba haciendo y me puse a trabajar en el pueblo para ahorrar pasta y venir a hacer Bellas Artes a Cuenca.

¿Fue una decisión correcta?

Fue la mejor decisión de mi vida, soy otro yo, estoy pleno. Me encantó Cuenca, es como un hogar. Cuando pregunto a gente que es de aquí a veces no tienen buenas palabras, pero también es cierto que llevan toda la vida aquí. Yo llevo siete años y siento que es una ciudad que te abraza, con una conexión con la naturaleza, con la facultad y con unos cuantos museísticos. Decidí que tenía que hacer lo que sea para quedarme aquí.

¿Llegaste a terminar la ingeniería?

No, la quiero acabar, pero todavía le tengo un poco de tierra, porque es algo que hice por inercia y cuando haces las cosas por inercia las odias. Pero quiero terminarla, aunque sea por el tiempo invertido

¿También para tener una bala en la recámara?

No. Lo que me ha aportado creo que ya está. En cuestiones artísticas me interesan algunos que son ingenieros y conocer cuestiones físicas y químicas es una herramienta de trabajo para generar otro tipo de relatos, pero ya está.

Al final todo son lenguajes.

Y lo que me gusta del arte es que habla de todo y puede coger lenguajes de cualquier disciplina para llevárselas a su terreno y hablar desde otro punto de vista. El arte es superpolivalente y habla del mundo con herramientas de otros campos y, de esta forma, los expande. La ciencia muchas veces va al terreno artístico porque te sales un poco de mecanismos más estructurados para llegar a cuestiones de las que, de otra manera, no llegarían.

“En la Facultad de Bellas Artes tienes mucha libertad, y eso es bueno y es malo”

¿Qué tal la facultad de Bellas Artes? ¿Es merecida su buena fama?

¿Puedo explayarme?. Lo que yo tengo entendido es que hubo un momento en el que era muy famosa porque se distinguía de otras facultades en que todos los docentes eran artistas en activo y eso es un plus, porque puede dinamizar de otra manera algunos aspectos de la docencia. Pero no hay que olvidar que una facultad es docencia y también son necesarias cuestiones pedagógicas. A mi parecer, falta un poco de ese tema. Sí que es cierto que es muy abierta, conceptual y experimental. Tiene mucha libertad y eso es bueno y es malo, porque puedes explorar todo lo que quieras, pero cuando tienes esa oportunidad hay un momento de que estás perdido en el desierto, porque no sabes dónde acudir.  Bellas Artes no es una carrera como otras, en las que hay unos temarios muy definidos. Yo lo concibo más como crear conceptos y nociones. Los dos primeros años son un acercamiento al arte. Cuando llegas tienes una inquietud por la creación, pero el arte es otra cosa. Pero para mí falta un poco de cuestiones pedagógicas y herramientas para la profesionalización. Es un goce estudiar Bellas Artes, ¿pero qué haces cuando acabas? En esta facultad tocas de todo: escultura, dibujo, fotografía, cine, diseño gráfico… Tú decides qué es lo que más te atrae de cara una vida profesional.

¿Y tú qué hiciste?

Ahora te dan la opción de especializarte en una rama, pero eso a mí me daba igual, porque yo lo que quería era aprender las herramientas que a mí me interesaban. Por ejemplo, me cogí una asignatura de fundición de bronce. Son herramientas que tengo en mi mochila y, si alguna vez las puedo utilizar, están ahí. 

¿Y qué haces cuando acabas?

Existe una incertidumbre. Como no conoces bien lo que hay fuera, no sabes cómo desenvolverte y esa duda hace que te quedes parado o des palos de ciego. Cuando estaba en Tercero empecé a preguntarme qué iba a hacer y me di cuenta que que había este vacío de herramientas de profesionalización y mi Trabajo de Fin de Grado va de eso, del estatus social y económico del artista formado de cara a una profesionalización. Hay una carencia de cómo es el mundo del arte y todos los estratos que hay. Por ejemplo, un artista plástico no sabe qué tipo de contratos hay. En realidad, eso lo deberían dar en todas las carreras, cosas básicas como darse de alta en autónomos.

¿Esa puede ser una de las razones de que al final los artistas desistan y acaben buscando otra salida, sobre todo la de la docencia?

Mucha gente hace el máster de Educación porque no saben qué otra cosa hacer. El otro camino los sabes: haces el máster, estudias tu oposición y después al trabajo. Pero el arte… ¿Cómo funciona? ¿Cómo me pongo en contacto con las galerías? ¿Cómo se presenta un portfolio? ¿Cómo presento proyectos expositivos a las instituciones? Eso nadie lo conoce. Al final te quedas parado y esa incertidumbre hace mucho daño. 

“El arte conceptual es el más difícil para las ventas, porque en muy poca proporción es vendible”

¿Qué has podido hacer artísticamente?

A mí lo que más me interesaba es el arte conceptual, que es el más difícil de cara a las ventas, porque en muy poca proporción es vendible. Muchas veces no consiste estéticamente un objeto bonito para ponerlo en casa. Al acabar la carrera empecé a trabajar en una empresa relacionada con el mundo del arte que está aquí en Cuenca, Artetinta. Estaba en el momento idóneo, porque me habían dado una beca en la Sala Aqua de la universidad e hice buenas migas con esa empresa, hice las prácticas y Santi (Torralba) me fichó. 

¿Qué hacéis en Artetinta?

Hacemos servicios de diseño gráfico, cartelería para exposiciones, diseño de catálogos, reproducciones, transporte de obras… En arte todo es muy específico, porque estás tratando con objetos que no solamente tienen un precio económico, sino un valor. Cuando envías una exposición de arte tienes unos protocolos distintos. No es lo mismo embalar melones que obras de arte. Lo bonito es que estás en el epicentro del resultado que después todo vemos, que es algo muy desconocido. Cuando vas a ver una exposición todo te parece maravilloso, pero detrás de cada una hay un trabajo enorme, porque se intentan cuidar todos los detalles.

Será un servicio muy demandado por los artistas conquenses, porque les quitáis mucho trabajo.

Son clientes que después se convierten en amigos. Tú estás tratando con algo muy personal. Cuando le pides a una copistería un palé de folios no hay un vínculo personal con esas hojas, pero en arte estás trabajando con la creación donde alguien ha puesto su alma.

“En el ámbito del arte y la cultura hay un problema de egos”

¿Existe en Cuenca eso que se suele entender como ambiente artístico?

Desde fuera se habla del ambiente artístico de Cuenca, pero yo me he dado cuenta de que existe, pero está fragmentado por completo. Hay microsistemas, pero no hay un tejido y eso me ha dado fuerte, es una de las cosas que me duelen. A través de Kanoko nosotros queremos intentar generar esa red y uno de nuestros últimos proyectos fue llamar a doce artistas, que no se conocían entre ellos, a intervenir en una obra colectiva. ¿Cómo puede ser que, en una ciudad pequeñita, gente joven que se dedica a lo mismo no se conozcan entre ellos? Personalmente es algo que me preocupa mucho, porque se necesita un tejido para construir la ciudad. Porque las ciudades las construyen las personas, no los edificios ni los museos. Aquí hay carencia de eso y no sé por qué. Me entristece, porque en el ámbito del arte y la cultura hay también un problema de egos. Al ser un ámbito tan amplio y tan subjetivo, hay muchas ramificaciones. No te puede gustar todo en el arte y hay que ser crítico, pero eso no quiere decir que te cierres a determinadas miradas y personas.

Como si hubiera tribus urbanas.

A lo mejor me equivoco, pero creo que hay que olvidarse un poco de los egos para formar una comunidad y ser muy abiertos y respetar el trabajo de las otras personas, aunque no encajen con tus intereses. No hay una verdad absoluta en el arte y la cultura. Y hay también muchos tiras y aflojas porque parte de la cultura se tiene que agarrar a las subvenciones públicas, porque es un bien público. ¿Qué sucede? Que al haber dinero de por medio a veces surge ese rifirrafe. Hay un pastel y todo el mundo quiere parte de ese pastel y eso genera tensiones. También creo que las  instituciones deberían hacer más, porque está muy bien que haya museos, ¿pero de qué sirve ser la ciudad con más museos per cápita si el tejido cultural está fragmentado? ¿Qué interés tiene una ciudad con un montón de palacios si su pueblo está peleado? Creo que hay que centrarse menos en los edificios y más en la gente, en una programación estudiada, cuidada, variada y contemporánea.

¿Y eso cómo se hace?

A veces parece que en Cuenca se intentan hacer propuestas que gusten a todo el mundo porque hay mucho miedo. En el arte hay gente que dice “esto no lo entiendo” y se hacen propuestas de otro tiempo por el miedo a las quejas. Y creo que es un error, porque al público se le educa. Si se hacen durante cuatro o cinco años propuestas culturales, contemporáneas y de calidad, al final ese público va a abrir su noción de artes. Es como cuando viajas, las personas muy viajeras conocen muchas culturas y llega un punto en el que no les extraña nada, pero tú vas a México y se comen los saltamontes y no lo entiendes, pero es lo mismo. Aquí muchas veces se hacen propuestas para intentar contentar a todo el mundo. Está bien, pero hay que intentar que sean acordes con los tiempos. Y eso lo tienen que hacer especialistas en sus disciplinas, ya sea en el arte, la música, el tema escénico… 

¿Y cuál es la misión de las instituciones?

Las instituciones deben esforzarse en genera espacios vivos. Las exposiciones están bien, pero tienes que entender que los usuarios van a estar ahí un tiempo limitado y ya no van a volver a ese espacio hasta que cambien de exposición. Creo que hay que apostar por genera actividad en torno a la exposición.

¿Te gusta el concepto del Paseo del Arte que hay en Cuenca los domingos?

Lo respeto y creo que estas propuestas son necesarias, porque hay una gente que hace sus propuestas artísticas y necesitan su espacio. Pero, por otro lado, lo que se está haciendo en el Paseo del Arte es cutre en cuanto a la infraestructura que tiene, es casi un desprecio a los artistas que están allí. Supongo que les han concedido eso sin ningún tipo de presupuesto. Están bien este tipo de cosas, pero que las cuiden, porque en los detalles está el valor que le estás dando a los artistas y a las personas que van a visitarlo. Sé que la gente que lo lleva le está poniendo mucha ilusión. Pero también te digo que se tienen que hacer otro tipo de propuestas más contemporáneas.

¿Cómo nació Kanoko?

Te voy a contar la versión extendida. Como te he contado antes, yo trabajo con Santiago Torralba en Artetinta y las tardes las tenía libres. Empecé a buscar un estudio para producir mis cosas por esta zona, que es algo que tenía claro. Llegué aquí por casualidad, porque vine a ver el local de al lado y cuando llegué el casero me dijo que ya estaba alquilado, pero me enseñó este otro. Al ver los cubículos pensé que se podían hacer cosas y le dije a Santi, que por las mañanas es mi jefe y por las tardes mis socio, que podíamos utilizarlo como punto de referencia físico de la empresa, porque Artetinta tiene su estudio físico en Sotos, y utilizar una parte como minigalería. Esa era la idea inicial, pero vino una ráfaga de trabajo total y no teníamos tiempo para nada. Estuvimos cuatro meses con el local alquilado sin poder venir, ni me dio tiempo a traer mis cosas para el estudio, así que decidimos montar algo. Empezamos a hacer exposiciones y luego nos emocionamos, pensando que podíamos hacer otras actividades, como talleres. ¡Total, que me quedé sin estudio! Pero se despertó mi vena de gestión cultural. Siempre me quejaba de que en Cuenca faltaban iniciativas, así que, en lugar de quejarme, decidí aportar mi granito de arena.

“Es una pasada cómo ha recibido la gente el proyecto”

¿Qué tal estos dos primeros años?

Hemos tenido una acogida de la ciudad muy buena, es una pasada cómo han recibido al proyecto. Es gratificante ver cómo viene la gente a ver las exposiciones, hay muchas personas que no se pierden una y vienen de coloquio. Aquí damos un trato muy cercano. ¡Muchas veces le meto una chapa a la gente que viene! Cuando tratas bien a la gente vuelve, porque se sienten parte de algo; en las inauguraciones conocen a otras personas con las que comparten inquietudes e intercambian impresiones con nosotros.

Ha dado la casualidad, como también nos comentaba en una entrevista Juan Pedro Romera, que habéis acabado en una zona, Los Tintes, que está de moda.

Está muy guay. Cuando yo buscaba ubicación para mi estudio me gustaba esta zona mucho, para mí es una de las calles más bonitas de Cuenca. Solo el hecho de venir paseando a Kanoko es un disfrute, porque caminas al lado del río. Unos meses antes conocí a Juampe y poco después de abrir nosotros lo hizo Bicio. Se ha generado una calle con mucho flow con El Gallo, El Chaflán, Romera, Grotte…

“El problema es que intentamos ver Las Meninas con las mismas gafas que una exposición de Richard Serra”

¿Cuál fue vuestra primera exposición?

Fue una exposición colectiva que se llamaba Abierto por obras. Una de nuestras ideas principales era generar tejido artístico y por eso había obras muy dispares. Eso hizo que mucha gente se preguntara qué línea llevamos. A día de hoy no llevamos una línea específica, pero sí que hay una estrategia, que es intentar abarcar todo tipo de propuesta y disciplina, empezando por lo que la gente reconoce más como arte: pintura, dibujo, ilustración… Una vez que nos conocen, nos dan un voto de confianza para poder hacer propuestas más conceptuales. Es ahí cuando se genera el debate y les explicas un poco. El problema es que intentamos ver Las Meninas de la misma manera que una obra de Richard Serra, que son mazacotes de hierro. Si te pones las mismas gafas no vas a entender nada. Son lenguajes diferentes que se tienen que ver desde puntos de vista diferentes. Cuando se las acercas a la gente, ya no les parece tan raro ir a Kanoko, incluso cuando de primeras no entienden una propuesta. Muchas veces cuando me piden que les explique una exposición les digo “sí, pero ahora no”, para que vean primero las obras, sin ningún tipo de condicionamiento, antes de que yo les cuente la visión del artista o mi propia visión. Y, si no coincide, no quiere decir que estén equivocados. Es lo bonito del arte contemporáneo, que cualquier pensamiento acerca de las obras es tan válido como el del artista, aunque no tengan un punto en común.

Esto no es un concurso, no se trata de acertar o fallar.

A veces hecho en falta que la gente me diga que no le ha gustado. Es algo necesario. Tenemos un vecino, un niño pequeño, que es nuestro fan número uno. Ha visto todas las exposiciones, antes de entrar a su casa se pasa a echar un vistazo y es nuestro mayor crítico. Yo le pregunto y él te dice lo que piensa, si no le ha gustado nada o le ha gustado  más otra. Yo le digo siempre “Unai, necesito más gente como tú, que me digan lo que opinan”.

“Cuenca tiene un mapa topográfico exquisito para convertirse en capital de producción artística”

¿Se vende algo?

El coleccionismo en Cuenca está roto, hay muy poco movimiento de compra de obra. Cuando llegué me dijeron que hubo un tiempo en el que en Cuenca había un montón de galerías, pero ahora está roto. No sé si es porque no hemos sabido conectar con el público, porque en la exposición que tenemos ahora son precios bastante asequibles. Yo creo que tienen que ver varios factores. Por un lado, que no hay mucha industria y la economía está jodida. Y luego que se ha perdido el interés por la adquisición. La mayoría de la gente concibe en sus cabezas la opción de comprar obra, si acaso se compran una lámina de los chinos o de Ikea. Quizás tiene que ver con una problemática que hay en la ciudad, que tiene instituciones en las que vas a consumir arte como espectador y se obvia la parte de producción, que hay gente que se dedica a hacer lo que tú vas a ver a las exposiciones. Creo que falta una plataforma que dé valor al trabajo de los artistas. Y es una pena, porque se están yendo un montón de artistas de Cuenca, gente que estudió Bellas Artes en su día que le hubiera gustado, como a mí, quedarse aquí, pero que al final se marchan a Madrid, Valencia, Bilbao o Vigo, donde hay una gran cantidad de producción cultural y artística y no hay solamente una exhibición institucional. Aquí no queda casi nadie y es triste, porque Cuenca tiene un mapa topográfico exquisito para convertirse en una capital de producción artística. Es una pasada vivir aquí, pero no existe infraestructura y tejido artístico.

¿Y eso cómo se soluciona?

Quizás con una institución que generara un proyecto que ayude a los artistas a la creación a la producción. Por ejemplo, ofreciendo estudios. La gente de fuera vendría corriendo, porque en Madrid y en Valencia es muy caro vivir y es compatible producir aquí para después moverte comercialmente por toda España. Si vienen, estos artistas generan tejido. Al principio echarán en falta el movimiento, pero como los artistas por sí solo son inquietos, ellos mismos van a generar un movimiento que cada vez se hará más grande, hasta el punto que abra alguna galería o se ponga en marcha alguna feria. Se puede crear un conglomerado cultural.

“La cultura tiene un componente social intrínseco y la pandemia nos ha hecho mucho daño”

La pandemia os pilló con Kanoko hasta arriba de cuadros, con la exposición colectiva Horror Vacui.

Ha sido dura la pandemia y nos ha hecho mucho daño. También a nivel emocional. Nos pilló con el proyecto Horror Vacui, en el que participaban 300 personas y se quedaron aquí encerradas 300 obras. Tuvimos que cerrar y después, con el tema de los aforos, al ser esto muy pequeñito es un incordio. Se ha perdido un poco la chispa, porque una de las cosas que primaba es que esto era un punto e encuentro. La cultura tiene intrínseco un componente social y en ese aspecto la pandemia nos ha hecho mucho daño, porque esos encuentros no son lo mismo. Y luego está el tema de cambiar las programaciones, además del tema de seguir pagando todo esto.

¿Cómo habéis cuadrado la programación?

Ha sido una locura. Tuvimos que cancelar dos exposiciones de artistas de fuera, una chilena y un mexicano, que se anularon porque no podían viajar. Pero en olas posteriores tuvimos que volver a cambiar. Como trabajamos con artistas que tienen otras exposiciones, todo el mundo estaba intentando cuadrar sus exposiciones y era un cisco. Hemos tenido que hacer un puzle, preparar salvoconductos para que pudieran viajar, un desastre que da mucha pereza, porque ves que todo se complica tanto y, si esto ya es un trabajo arduo, ves que después de todo el esfuerzo los resultados no son los mismos que antes, lo cierto es que agota.

¿Qué planes inmediatos tenéis en Kanoko?

Ahora tenemos a Alejandra Freymann y Guillermo Sarmiento, el colectivo Yokihi y luego vamos a tener dos exposiciones de carácter conceptual. Una es de Nacho Martín Encinas, un artista joven que está haciendo el doctorado en Cuenca y va a ser una propuesta un tanto arriesgada. Y en septiembre viene Clara Sánchez Sala, que es una artista que estudió en Cuenca, está trabajando para la ATM Galería en Gijón y va a exponer en ARCO Lisboa. Y, si no pasa nada, también vendrá Jorge García, con una propuesta bastante conceptual y política. Uno de los puntos en común de los tres es que se formaron en Cuenca y se han tenido que ir. Es una manera de mostrar la gente que se ha formado aquí y que se ha tenido que ir a otros sitios. Es como recuperar esas joyas. También pasó con Coco Escribano. Cuando nos ponemos en contacto con ellos están encantados, porque tienen un recuerdo especial de Cuenca, reciben con emoción y alegría nuestra propuesta.











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