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“Ahora que estoy en la locura empresarial lo que menos hago es estar con las cabras”

En el momento que llamamos a Rodrigo González está a punto de atender el parto de una de sus cabras. Si alguien pensaba que la vida de un pastor es tranquila es porque no conoce la historia de este villalbero, que ha levantado prácticamente el solito la marca ‘La cabra tira al monte’. Esta es una historia de éxito emprendedor y amor al terruño en tiempos difíciles.

¿Cómo empezó esta aventura?

Yo acabé la carrera en el 2007, justo cuando estaba el pelotazo de la crisis. Me vine al pueblo a echar currículums y mi padre tenía un rebaño de cabras como hobby, por darse todas las tardes un paseíto. No vivíamos de ello. Cuando me vine a Villalba de la Sierra empecé a sacarlas y de estar ahí todos los días me di cuenta de que esto molaba. Me salió algún curro en alguna oficina, tres meses en el Ayuntamiento de Cuenca y trabajitos de poco tiempo. Pero es que a a mí las oficinas me matan, eso no es para mí. Al principio las cabras eran algo de que, cuando el fin de semana te tocaba quedarte con ellas, pensabas que era un coñazo. Pero, por otro lado, si piensas que ese es tu curro, todo el día en el campo y haciendo cosas que te gustan… Al final me animé a tirarle a las cabras y a los quesos, que es algo que está de moda y que da dinero. 

¿Cómo se tomó la gente cercana esta decisión?

Al principio la gente me tomaba por loco, me decían que me iban a poner un montón de requisitos. Entonces onocí la red de queserías españolas, que se dedica a visibilizar los pequeños queseros y flexibilizar las normas higiénico-sanitarias. Vi que se estaban montando queserías como la que yo quería y empecé a hacer cursos de normativa y elaboraciones por toda España: País Vasco, Extremadura, Galicia… ¡Y aquí estoy!

¿Qué habías estudiado?

Yo era ingeniero forestal y quería ir por el lado campestre. Siempre he querido ser veterinario o biólogo, pero cuando hice la selectividad no me dio la nota. Es un trabajo que también está guay, pero en el que la mayoría de la gente acaba trabajando en incendios y eso tampoco me mola. Quizás si hubiese estado en una época con más movimiento de curro igual sí que hubiese enganchado en algún sitio, porque la carrera me gustaba. Acabé en un momento malo y teniendo las cabras aquí, que era algo me gustaba…

Y en tu pueblo, como buen villalbero de raza.

Ya quedamos pocos, han emigrado pocos. ¡Quedamos cuatro, pero contados (risas)!

“La gente se ha tirado aquí todo el verano, pero en cuanto llegó septiembre se piraron”

Ahora algunos os vemos incluso con envidia a los que habéis vivido todo esto en un pueblo.

Ahora sí, ahora dicen “qué cabrones que sois los de los pueblos”. ¡Esto lo hemos tenido todos, unos habéis decidido iros con el riesgo de irse y otros quedarnos con el riesgo de quedarnos! Esto nos ha venido mejor a nosotros. Luego la gente se ha tirado aquí todo el verano, pero en cuanto ha llegado septiembre se han pirado igualmente. ¡Y eso que están teletrabajando!

Seguramente el confinamiento no fue igual en Villalba de la Sierra que en Madrid.

Claro.  Estás confinado, pero subes a por el pan ya estás casi en el monte. Yo encima vivo en las afueras y, en realidad, apenas he tenido confinamiento, porque al ser ganadero, tenía que salir. Mi trabajo ha seguido siendo igual e incluso mejor, porque no había nadie por el campo.

¿Cómo fue tu trabajo durante el confinamiento? ¿Qué cambió?

En mi trabajo no cambió nada absolutamente. Incluso vendí más que antes, sobre todo al principio, cuando todo el mundo estaba con la duda de dónde ha venido la pandemia, que si de la alimentación o de la limpieza. Los ganaderos tenían un problema que tenían un montón de terneros y corderos y todos los restaurantes estaban cerrados y nadie compraba, así que se los comieron con patatas. Pero yo, como la producción que tengo es pequeñita y los vendo directamente a particulares, como la gente no podía salir a comprar se llevaba algún lote de quesos o un cabrito. Yo vendí todo y este año igual. Y, a la hora de trabajar, yo tenía que subir todos los días, sacar a las cabras a las mismas horas, hacer los quesos, bajar a Cuenca a repartir…

¿Repartías por toda la comarca?

Yo reparto en Cuenca, ahora en restaurante y bares; en el momento de la pandemia, cero, pero lo que no vendía ahí lo vendía en tiendas. Por ejemplo, en Coopera, que hacía reparto a domicilio y llevaba grupos de consumo. Mi ruta era la tienda de ultramarinos de la Leo, donde la piscina cubierta; luego Coopera y el grupo de consumo de pisto ecológico y luego particulares de Cuenca, a los que enviaba en casa por Seur frío. Ahora estoy metiendo restaurantes. La producción es pequeñita y la puedo vender fácil, este año estoy ampliando. Estoy mirando en Madrid y en Guadalajara a ver cómo lo hago.

¿Y todo esto lo haces solo?

Pues hasta este año estaba solo. El año pasado, cuando levantaron el confinamiento, vino un chaval que había hecho un curso de la escuela de pastores a hacer unas prácticas. Le moló y está ahora contratado a jornales, viene los días que a mí me hace falta. Por ejemplo, los lunes que tengo que elaborar para repartir los martes, se queda con las cabras. Ahora, con lo que voy sacando de leche, estoy mirando a ver si lo puedo meter a jornada completa y tener un poquito de tranquilidad.

Esto no es solo salir con los cabritos al campo.

Claro. En invierno tienes que echar el forraje a las cabras, ordeñas, la sacas al monte, bajas la leche a la quesería, haces los paquetes de los pedidos, facturas, albaranes, el trimestre. De primeras la gente dice qué guay tu curro. Cuando yo no me dedicaba tanto a los quesos me lo pasaba superbién, ahora que estás metido en la locura empresarial lo que menos hago es estar con las cabras. Ahora el chaval está con las cabras y yo con los papeleos.

“El problema de mi negocio es que estoy capado por las cabras, hago lo que me da con esa leche”

¿Cuándo montaste el negocio?

Fue en la segunda lanzadera de la Diputación de Cuenca, que quedé en el primer puesto, en el 2017. Empecé a funcionar en el 2018, así que va ser el tercero. La cosa, poco a poco, va. El problema de mi negocio es que no puedo hacer mayor cantidad de quesos, estoy capado por las cabras, hago lo que me da con esta leche. Tengo amigos queseros que compran la leche a ganaderos si tienen más demanda, pero yo hago la leche que dan. Si hubiera tenido más el año pasado, más hubieran vendido, pero las cabras dan lo que dan. Ahora estoy buscando el punto de equilibrio, tengo alguna cabra más. Ahora me da para vivir, estoy intentando que me dé para contratar a este chaval a jornada completa. Yo tampoco me vuelvo loco, yo las cosas poco a poco. Estoy currando muchísimo, pero es que las cabras tienen que salir todos los días del año..

A veces, si creces demasiado, la caída es más dura.

El primer año las cabras dieron mogollón de leche, porque fue un año muy bueno de bellotas e hice muchísimo queso. ¿Qué me pasó? Pues que casi no tenía clientes, no me conocía la gente y no tenía tiempo yo para hacer de comercial. Estaba yo con todo y al final tuve un atasco que me ponía negro. ¡Yo que me había vuelto loco ordeñando todos los días  hasta la última gota y ahora lo tengo apalancado! Al año siguiente dije que me lo tomaba con tranquilidad total y dije que los domingos no se ordeña, que es el día del Señor. Este año están dando las cabras más leches porque les he dado en invierno un aporte de cereales y si todo lo que haga lo vendo, el año que viene si puedo meto a alguien para los domingos o tendré más cabras.

“No es lo mismo tener un rebaño encerrado en una nave a tenerlas todo el día andando en el campo”

A veces a la gente le cuesta el queso de cabra…

A mí me va bien. Hay gente que dice que el queso de cabra es muy fuerte. Pero mi queso no es fuerte para ser un queso artesano. El que hago tipo camenbert vuela y el curado también. El azul gusta mucho, con su toque picantón, pero no es para nada un queso fuerte. La gente que lo prueba, repite, y eso que no es un queso barato. Pero claro, yo todo el día currando y las cabras tampoco dan mucha leche… No es lo mismo tener un rebaño encerrado en una nave dándole pienso a tenerlas todo el día andando en el campo. La cantidad no es la misma, la calidad es mucho mejor. Se nota el sabor de las plantas de las que se alimentan. Es un queso caro, pero se vende bien.

¿El pequeño auge del comercio local vivido con la pandemia ha venido para quedarse?

Yo creo que no ha venido para quedarse, sino porque no ha quedado más remedio. No es por ser pesimista, pero es que me da esa sensación. En primavera, todo el mundo decía las ganas que tenía de pueblo, pero llega septiembre y todo el mundo se pira cuando sigue teletrabajando. Yo he tenido colegas que sí se han quedado en invierno, pero la mayoría… ¡adiós!

¿No va a ampliarse entonces la población de Villalba?

Sí que está viniendo gente, pero es de fuera, de Cuenca o de Madrid. De hecho han venido bastantes, pero no sé yo… Luego es que los alquileres están supercaros, la gente ni vende ni alquila. No sé ni hasta qué punto vendrán más de los que han venido. Estamos deseando que venga gente.

¿Puede tomar la iniciativa el Ayuntamiento?

Eso es, el Ayuntamiento es el primero que tiene que buscar la manera.

Villalba no deja de ser cabecera de comarca, una minicapital de la Serranía.

Es un pueblo que siempre ha tenido bastante gente, pero últimamente está de capa caída.

¿Qué planes tienes para este año? ¿Vendes la carne también?

Pues venderlo todo. La carne también la vendo, estoy dentro de una asociación que se llama La Carne de Pasto, una plataforma que pone en contacto a productores de carne de animales criados en libertad con consumidores. Te hacen los pedidos y los mandas con Seur. La suerte que tengo es que en Villalba hay un matadero y a mí me viene de lujo y ahorra a los animales el estrés del viaje, eso también se nota. No es lo mismo tener que llevar los cabritos a Tarancón que a dos kilómetros.

¿Qué es lo más caro de tu actividad?

El tiempo empleado en cuidar a las cabras, porque solo con ellas tienes que estar de seis a ocho horas. Y luego que si ordeñas, que si hay que dar teta a los cabritillos, pim, pam…

En este momento de la entrevista, el ganado se escabulle por una zona de barranco. En cuanto vuelven a un lugar con cobertura, rematamos la conversación.

¿Cómo matas el tiempo con las cabras?

Pues es que no me da tiempo. La mejor manera, cuando me voy todo el día solo, es irse de aventura, te metes por algún barranco o te subes hasta la Ciudad Encantada con las cabras. A mí me gusta estar con ellas cuando están tranquilitas. Ahora con Internet me pongo a contestar correos y con el Instagram, así que no te da tiempo a aburrirte.

¿Está muy mitificada la calma del pastor?

Eso se lo digo a todo el mundo. Hago visitas guiadas y cuando la gente comenta que vaya paz, con todas las cabritas comiendo en la pradera, les digo “eso es ahora, espérate un rato” ¡Como han hecho ahora, que se han bajado un barrancuzo! ¡La calma cuando vienen a hacer la foto, pero eso es un espejismo!

“El trabajo de pastor la gente no lo quiere hacer”

En la profesión de pastor hay mucha oferta, siempre se busca gente.

Porque es un trabajo que, en realidad, la gente no lo quiere hacer. Cuando me he juntado con otros ganaderos se quejan de que necesitan un pastor y nada más que pueden contratar a los moros y a los rumanos. Yo les pregunto “¿pero qué condiciones de trabajo le dais? “¡Pues currar todos los días y librar uno al mes y echar las horas que tengas que echar!” ¿Así quién coño va a querer trabajar? Yo el chico que está viniendo echa sus ocho horas y, si quiero que esté más, le pago más y mi idea es hacerle jornada completa. ¡Y estoy deseándolo como agua de mayo!

¿Dónde podemos encontrar los productos de La cabra tira al monte?

Los quesos en Coopera Natura y en la tienda de ultramarinos Leo, en Cuenca. De restaurantes trabajo con el Parador, Trivio, La Posada San José, Raff y en alguno más. Y los cabritos los vendo sobre todo en Internet, el que quiera que me contacte y se lo preparo y se lo hago llegar como quieran: chuletas, cuartos, caldereta… 











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