Mientras Castilla-La Mancha se vertebraba institucionalmente, Cuenca fue quedando relegada, perdiendo capitalidad, inversiones, infraestructuras y servicios. Cuarenta años después, sigue siendo el territorio más castigado de la región y uno de los más olvidados de España.
Mencionemos, en primer lugar, el sueño autonómico que se convirtió en agravio. Cuando en 1982 Castilla-La Mancha estrenó su Estatuto de Autonomía, muchos conquenses creyeron que la nueva etapa democrática traería equilibrio territorial, progreso compartido y oportunidades para todos. Sin embargo, el tiempo ha demostrado que la descentralización regional no benefició por igual a sus cinco provincias. Toledo, Ciudad Real y Albacete fueron acumulando sedes, inversiones y poder político; Cuenca, en cambio, fue quedando sistemáticamente relegada, víctima de decisiones políticas que la despojaron de protagonismo, recursos y población.
A lo largo de cuatro décadas, la provincia ha sufrido una sucesión de agravios comparativos que explican su actual situación de estancamiento: pérdida de instituciones, desmantelamiento de infraestructuras, abandono ferroviario, desequilibrio universitario y un reparto presupuestario claramente desfavorable.
Hagamos referencia, en segundo lugar, a la capitalidad perdida. El primer gran golpe llegó con la designación de Toledo como capital regional, una decisión política que muchos conquenses consideraron injusta y ajena al equilibrio territorial. Cuenca, situada en el corazón geográfico de Castilla-La Mancha y con mayor equidistancia respecto a las demás provincias, partía con mejores condiciones para ejercer la capitalidad. Sin embargo, Toledo —amparada en su valor histórico y en su cercanía a Madrid— concentró el poder político y administrativo, atrayendo consigo miles de empleos públicos y gran parte de las inversiones iniciales. Desde entonces, la brecha entre Toledo y Cuenca no ha hecho más que ampliarse. A día de hoy se estima el número de empleado públicos dependientes de la Junta en unos 3.400 en Toledo (sede de todas la consejerías y altos cargos de la Administración regional con sueldos muy por encima de la media) por tan solo unos 2.100 en Cuenca
El segundo gran despojo se produjo con la creación de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) en 1985. Cuenca fue una de las primeras sedes universitarias, pero pronto perdió el peso que merecía. El Rectorado y los órganos centrales se establecieron en Ciudad Real, cuando la primera intención era situarlos en Cuenca, concentrando la toma de decisiones y las principales inversiones.
Mientras Toledo, Albacete y Ciudad Real multiplicaban su oferta académica, Cuenca se quedó con un menor número de titulaciones, muchas de ellas con baja demanda y escasa conexión con el tejido productivo local. En el ámbito de los estudios de máster y posgrado, el desequilibrio es aún mayor: la provincia conquense cuenta con una oferta muy inferior a la de sus vecinas. Paradójicamente, Cuenca posee facultades de gran prestigio nacional —como Bellas Artes o Comunicación Audiovisual— que podrían haber servido de base para proyectos culturales y creativos de ámbito regional, pero que nunca recibieron el respaldo institucional necesario. Nuevamente, el número de trabajadores al servicio de la Universidad Regional se estima en unos 1.250 en el campus de Ciudad Real por unos 400 en el campus de Cuenca. Es decir, tres veces más en CR por ser sede del Rectorado y la mayoría de los vicerrectorados, así como por poseer un mucho mayor número de titulaciones y Centros de Investigación
Otro episodio decisivo fue la absorción de la Caja de Ahorros de Cuenca y Ciudad Real en la entidad regional Caja Castilla-La Mancha (CCM). Lo que en principio se presentó como una fusión igualitaria terminó con la desaparición de la identidad conquense en la entidad. Años después, la gestión temeraria de CCM, con inversiones fraudulentas como el aeropuerto de Ciudad Real, acabó en un rescate financiero y la venta de la caja “al mejor postor”. Cuenca perdió así una herramienta fundamental de financiación local y desarrollo económico, mientras veía cómo los beneficios y sedes se trasladaban a otras provincias. Estos hechos supusieron la pérdida de unos 200 puestos de trabajo en Cuenca que era la sede central de la Caja.
A la pérdida institucional se sumó el agravio hidráulico. Cuenca, que aporta parte de los recursos del trasvase Tajo-Segura, ha visto cómo una derivación adicional hacia la llanura manchega de Ciudad Real se realizaba sin compensación alguna para su territorio. Los municipios ribereños del embalse de Entrepeñas y Buendía —entre ellos varios conquenses— sufren las consecuencias medioambientales y económicas de esta política del agua sin recibir retorno alguno, ni en inversiones ni en desarrollo rural.
En el ámbito cultural, los desequilibrios también son evidentes. La sede regional de RTVE se ubicó en Toledo, dejando a Cuenca sin una ventana mediática de referencia con la pérdida estimada en unos 100 puestos de trabajo. El Conservatorio Superior de Música, inicialmente previsto en la ciudad, fue finalmente adjudicado a Albacete, lo que supuso una pérdida para cuenca de otros 100 puestos de trabajo entre profesores especialistas, Personal de Administración y Servicios y Dirección y Equipo Técnico. Más recientemente, el proyecto de una Ciudad del Cine y una Academia de Cine regionales, que se repartirán entre Toledo y Albacete, volvió a dejar fuera a Cuenca pese a ser la provincia con mayor potencial creativo y artístico: Facultad de Bellas Artes, Facultad de Comunicación, Escuela Superior de Arte Dramático y el Archivo de Pedro Almodóvar, además de un entorno natural y patrimonial perfecto para rodajes. La marginación cultural, en este caso, resulta difícil de justificar.
El mapa de las infraestructuras es, quizá, la prueba más visible de la marginación conquense.
La autovía Madrid–Valencia podría haber pasado por las proximidades de Cuenca, pero finalmente se trazó por Tarancón y Motilla, dejando a la capital fuera de la gran vía de comunicación.
Las autovías Cuenca–Albacete y Cuenca–Teruel, prometidas desde hace más de veinte años, duermen el sueño de los justos. Cuenca solo cuenta con un corto tramo de autovía hacia Tarancón y permanece incomunicada por vías de alta capacidad con Toledo, Valencia, Albacete, Teruel, Guadalajara y Ciudad Real.
A esta carencia se suma el cierre del tren convencional Madrid–Cuenca–Valencia, una decisión que dejó sin servicio ferroviario a más de 20 localidades conquenses, además de varios municipios toledanos y valencianos. Lo que añadió la perdida de otros 20 puestos de trabajo directos, aparte de la pérdida de competitividad derivada. Cuenca es hoy, junto con Toledo, la única capital de provincia española con AVE pero sin tren convencional, lo que limita su movilidad interna, su desarrollo logístico y su competitividad en el transporte de mercancías.
Mientras Albacete y Alcázar de San Juan desarrollan plataformas intermodales y puertos secos, Cuenca queda fuera de la red, a pesar de que la ruta conquense hacia Valencia ahorra cerca de 100 kilómetros respecto a la línea albacetense. En ambos casos, los ayuntamientos y la Junta de Castilla-La Mancha han destacado el potencial de atracción de empresas y mejora de la competitividad territorial, lo que podría traducirse en cientos de empleos a medio plazo, especialmente en sectores como transporte, almacenamiento, mantenimiento y servicios auxiliares. La estimación de puestos de trabajo perdidos por esta decisión asciende hasta unos 500.
A pesar de que, tras una ardua lucha, Cuenca consiguió que el AVE Madrid-Valencia pasara por la ciudad, la estación se ubicó a varios kilómetros del casco urbano, al lado de un vertedero y pésimamente comunicada con la ciudad. Situaciones éstas a las que, 15 años después de su inauguración, no se les ha dado solución. Un hipotético traslado de la estación al centro de la ciudad (cosa que se contemplaba en el estudio informativo del Ministerio de Transportes) costaría en la actualidad 56 millones de euros. Además, el centro de control del tráfico ferroviario de Alta velocidad se estableció en Albacete con la creación estimada de entre 400 y 500 puestos de trabajo. Puestos de trabajo que, lógicamente, ha perdido Cuenca.
Algo similar sucede con el flamante Nuevo Hospital Universitario de Cuenca (lo de “Universitario no parece tener mucho sentido en una ciudad que carece de Facultad de Medicina) que, con un coste de más de 200 millones euros, se ha ubicado junto a una planta de tratamiento de agua residuales. Planta cuyo traslado a un lugar más alejado costará otro puñado de millones.
Mientras que a la provincia de Cuenca se la despoja de recursos y patrimonio para que la Comunidad Autónoma reciba más fondos europeos. El Gobierno regional invierte esos fondos en las provincias más desarrolladas y se ocupa en regalar montes públicos de la serranía conquense para los negocios, de incierto resultado, de empresas internacionales amigas.
En cuanto a inversiones, basta hacer referencia a los 66 millones de euros asignados a la provincia de Cuenca en los presupuestos de 2026 de los casi 13.000 contemplados par toda la región. Lo cual supone aproximadamente un 0,5% del total. Si tenemos en cuenta la población de Cuenca respecto al total de Castilla La Mancha, nos debería corresponder en torno al 10%, es decir, 20 veces más de lo asignado. Si tuviéramos en cuenta la superficie de la provincia, respecto al total de la superficie regional, el número de municipios y su dispersión en el territorio, sería de un 20%, es decir 40 veces más de lo asignado.
El resultado de esta cadena de decisiones es una provincia envejecida y despoblada, paradigma de la llamada “España vaciada”. Decenas de pueblos pierden habitantes año tras año, sin que los planes de desarrollo rural consigan frenar la sangría. Las inversiones públicas regionales tampoco ayudan: en los últimos presupuestos, Cuenca recibió uno de los porcentajes más bajos del total regional, pese a que su bajo peso en el PIB es precisamente lo que permite que Castilla-La Mancha reciba más fondos estatales y europeos de compensación.
La paradoja es evidente: Cuenca empobrece para que la región reciba más, pero la región invierte menos en Cuenca.
Cuarenta años después del inicio de la autonomía, Cuenca sigue esperando un gesto de justicia territorial.
La descentralización interna de Castilla-La Mancha, reclamada desde hace décadas por asociaciones, colectivos y partidos locales, apenas ha pasado del discurso. Los proyectos industriales son escasos, las infraestructuras inexistentes y la presencia institucional mínima.
Mientras tanto, otras provincias acumulan sedes administrativas, universidades, parques tecnológicos, nodos logísticos y eventos culturales. La “parte del león” siempre acaba en las mismas manos.
Nos podríamos preguntar las causas de todos estos hechos y decisiones que se vienen sucediendo los últimos 40 años. Las posibles respuestas que podemos aducir serían:
1.- la escasa población, lo que implica pocos votantes y pocos escaños que aportar al parlamento regional.
2.- La poca conciencia combativa y reivindicativa de los conquenses, cercenada y adormecida por la machacona propaganda institucional.
3. Posiblemente, el hecho de que, hasta la fecha, no haya habido ningún presidente de la Junta conquense (Aunque eso tampoco hubiera garantizado mucho, dado el material humano que ha pasado por las instituciones conquenses). Aún así, hay que decir que hemos tenido dos albaceteños (Bono y Cospedal), un ciudadrrealeño (Barreda) y un toledano (Page) los cuales, a la vista de los resultados, parece evidente que, de una manera u otra, han beneficiado más a sus respectivas provincias, sin perder de vista a las otras dos, pero olvidándose siempre de Cuenca.
4. El Caso de Guadalajara es especial, dado que prácticamente la capital, junto con el corredor del Henares, se ha convertido en un apéndice de Madrid de la que depende casi toda su economía, industrialización y desarrollo. Como anécdota, baste citar que los centros universitarios de esa provincia no pertenecen la UCLM sino a la Universidad de Alcalá.
Cuenca no pide privilegios: pide equidad, inversiones proporcionales y un modelo regional verdaderamente descentralizado.
Reclama infraestructuras que la conecten, universidades que la dignifiquen, industrias que fijen población y políticas que reconozcan su aportación al conjunto de Castilla-La Mancha y de España. La marginación de Cuenca durante la etapa democrática no es fruto del olvido, sino de decisiones políticas acumuladas. Y corregir esas decisiones no es un acto de caridad, sino de justicia territorial.
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