Opinión

La ribera del Huécar, síntoma de un problema mayor

El estado general de la ciudad de Cuenca resulta, a estas alturas, más que preocupante. Rincones desatendidos, calles sucias y espacios degradados conforman una imagen que, lejos de ser una excepción, se ha convertido en una rutina indeseable. Podríamos hablar de cualquier otro punto de la ciudad para ilustrarlo, pero cuando la dejadez, el deterioro y la falta de civismo confluyen en un mismo lugar, el ejemplo se vuelve incontestable.

Ese lugar es el cauce del río Huécar, auténtico cordón umbilical entre la ciudad nueva y la parte antigua, declarada Patrimonio de la Humanidad. Un enclave que, por su valor natural y patrimonial, debería ser motivo de orgullo y postal para enmarcar; sin embargo, ofrece en los últimos tiempos una imagen bien distinta. La maleza desbordada, la acumulación de basura y los comportamientos incívicos han convertido el paseo del Huécar, la Puerta de Valencia o la zona de Los Tintes en espacios donde resulta difícil reconocer la grandeza que debieran mostrar. Y aquí cabe una pregunta tan sencilla como dolorosa: si tan rica es nuestra fauna y tan valiosa nuestra flora, ¿por qué permitimos que convivan entre latas, señales arrancadas y bancos arrojados a la ribera?

Porque, sí, allí descansa un banco arrancado que alguien —no sabemos si con ánimo artístico o meramente vandálico— decidió lanzar hacia el río. No llegó al agua, pero ahí permanece, oculto entre la vegetación descontrolada. Una estampa que provoca la sonrisa irónica de quien la observa, pero que en realidad simboliza con crudeza lo que hoy se ha normalizado en Cuenca: la pasividad ante el abandono.

En estos casi tres años como concejal he pedido en reiteradas ocasiones que se actúe sobre esta ribera. La respuesta siempre ha sido la misma: “no se puede intervenir sin riesgo de afectar a la fauna y la flora”. Argumento que, paradójicamente, convive con la evidencia de que son precisamente fauna y flora quienes padecen los efectos de la suciedad y la desatención. No se trata de arrasar el entorno, sino de mantenerlo digno y habitable, como hacen tantas otras ciudades españolas y europeas. ¿De verdad somos el único municipio que no puede mantener limpias las riberas de sus ríos?

Mientras tanto, hemos comprobado cómo un grupo de jóvenes decidió espontáneamente limpiar parte de lo que el Ayuntamiento no atiende. Su gesto, voluntarioso y ejemplar, demuestra que cuando hay voluntad, hay solución. Y pone en evidencia la falta de compromiso de quienes tienen la obligación de actuar.

No se trata solo del Huécar. Basta con pasear junto al Júcar, en la Fuente del Oro o detrás del mercadillo, para encontrar escenas semejantes. No hablamos de casos aislados, sino de un patrón de abandono que se repite.

Cuenca no necesita que la salven, necesita simplemente que la cuiden. Y el Huécar, por su valor patrimonial y natural, sería un buen comienzo. Porque si un banco tirado en una ribera durante meses nos parece algo normal, quizá el problema no esté en el Huécar, sino en quien lo mira, lo sabe y no hace nada.

Agustín Segarra es concejal del Grupo Municipal Popular del Ayuntamiento de Cuenca

ÚNETE AL CANAL DE WHATSAPP DE ENCIENDE CUENCA

SIGUE A ENCIENDE CUENCA EN GOOGLE NEWS

MÁS ARTÍCULOS DEL AUTOR