Agripina Osma Chicano, cinco hijos, once nietos y ocho bisnietos después, acaba de conocer a sus 89 años a Lucas, el primero de sus tataranietos, que viene a estrenar la quinta generación que preside la matriarca.
En conversación con Europa Press con representación de las cinco generaciones que ella encabeza y que construyó de la mano de su difunto Reyes, Agripina rememora el año 62 cuando llegó la segunda de sus cinco hijos, María Ángeles, que a la postre sería quien terminaría por hacerle abuela por primera vez.
“No era una niña mala, no hacía muchas trastadas”, recuerda Agripina desde el conquense Parque de El Vivero rodeada de su familia. Remontándose a finales de los 70, no olvida cómo ‘Angelines’ llegó a casa embarazada por su novio Enrique con solo 16 años. “Se lo noté. ¿Tú te crees, con 16 años? ¡Menudo engorro””, pensó entonces, antes de conocer a Vanesa, su primera nieta. “Salió bien hermosona”.
Una primera nieta que compartió buena parte de su infancia en las faldas de Agripina, tanto que 45 años después sigue teniendo el privilegio de llamarla ‘mamá’. “Estaba aquí todos los días. Aquí dormía, no se iba”, explica Agripina, que tiene marcado como uno de los primeros recuerdos junto a Vanesa cuando Angelines y Enrique llegaron de madrugada a casa porque la niña no paraba de llorar. “La cogí, la llevé al cuquillo, la tapé… ¡y ya no dijo nada en toda la noche!”.
Agripina seguía así construyendo junto a Reyes una familia que, tal y como se apresura a certificar, “nunca ha pasado hambre, de ninguna manera”. “Éramos pobres, pero nos daba. Hacía tortilla, lentejas, patatas… según venía el mundo”.
La nieta salió traviesa, tal y como certifica su abuela, que relata las aventuras de Vanesa en el barrio de Las Quinientas hasta que apareció de la mano José. “No me parecía bien al principio, pero ha salido bueno el muchacho. Demasiado”, bromea.
Fue el paso previo a que se abriera la puerta de la cuarta generación, encarnada en el primer hijo de ambos. Adrián llegó en el 2000, “un niño muy atojadizo” aunque, admite, “ha mejorado”. “Ahora está muy bien”, ríe Agripina hablando del primero de los ocho bisnietos. “Como venga otro, no los voy a poder sujetar”.
Un cuarto de siglo después de convertirse en bisabuela, fue Adrián quien, el pasado 19 de agosto, se encargó junto a Patricia de darle a Agripina el primer tataranieto de la recua. “¿Cómo no me va a dar alegría? Me doy por satisfecha”.
ANGELINES Y ENRIQUE, PRECOCES PERO NECESARIOS
Angelines y Enrique son bisabuelos desde hace unas semanas. Ella recuerda una infancia feliz, de la que conserva sus primeros recuerdos en la casa de la calle del Cerrillo de Santiago cuando todavía eran solo tres hermanas.
“Dormíamos todas juntas en una habitación porque la casa era muy pequeñita. Recuerdo una infancia muy bonita con ellos”, dice emocionada por el recuerdo de su padre Reyes.
Una infancia que avanzaba en la Cuenca de los 70 a golpe de trabajo. “No éramos ricos, pero tampoco pobres. No nos ha faltado nunca nada, se han ocupado de que lo tuviéramos todo”. Infancia que dejó paso a una adolescencia efímera casi por necesidad tras quedarse embarazada de Enrique a los 16 años.
Un noviazgo prematuro pero fructífero que tuvo que sortear en ocasiones la carabina de la menor de las cuatro hermanas o la vigilancia de Reyes, quien llegó a interceptar un ‘te quiero’ furtivo del mozo a la pretendida a la salida de los cines Xúcar. “Y a mí, ¿me quieres?”, le dijo Reyes a Enrique. “Como suegro, sí”, recuerda el yerno.
Año 1980 y nació Vanesa, la primera de dos que, en gran medida, se crió a tiempo parcial con Agripina y Reyes, a quienes llamabá ‘papás’.
Rozando el cambio de siglo llegó el momento de convertirse en abuela con 37 años tras la llegada de Adrián. “Y tan feliz”, sin saber que 25 años después, con los 62 recién cumplidos, se pasaría la pantalla para convertirse en bisabuela, “con la misma energía, pero un poco más coja”.
El paso de los años y el crecimiento de la familia da Angelines también le hace exhibir orgullo por ser uno de los necesarios eslabones de la cadena.
VANESA Y JOSÉ, TERCERA GENERACIÓN
Vanesa y José ya son abuelos pese a lucirse como cuarentones. Certificando los testimonios de Angelines y Agripina, ella relata una infancia criada con Agripina y Reyes. “Mi infancia ha sido muy feliz. Para mí eran mis segundos padres”.
Aún en el año 95 y con solo 15 años, cruza su camino con José, vecino del barrio de Las Quinientas, que le sacaba algunos años. “Me dejaba en casa durmiendo y se iba con sus amigos”, recuerda entre risas sobre los primeros compases de su relación.
Un noviazgo que vino a consolidarse antes de la boda con la llegada de Adrián, un nacimiento que, pese a la juventud de Vanesa, “fue un niño buscado”. “Teníamos trabajo estable, nos queríamos ir a vivir juntos, teníamos nuestro piso comprado y queríamos tener familia”.
Ya en el siglo XXI, Adrián estrenaba la cuarta generación siendo “un niño muy querido por todos” y con una infancia muy distinta a la de sus antecesores. Y, 25 años después y junto a Patricia, trajo al mundo a Lucas.
“Pensaba a Adrián me iba a costar echarlo de casa”, ironizan Vanesa y José, que siendo abuelos antes de los 50, aseguran que es la mejor de las edades para vivir la experiencia.
ADRIÁN Y PATRICIA, PADRES PRIMERIZOS
Adrián, que sujeta en brazos a Lucas junto a Patricia para atender la entrevista, asegura que contar con una estructura familiar tan sólida ha sido también un factor importante a la hora de lanzarse a la aventura de la paternidad.
“Da mucha tranquilidad, porque sabes que vas a tener ayuda por todos los lados. Los dos trabajamos todo el día y alguien de toda esta plantilla tendrá que quedarse con él, quieran o no. La tía, la abuela… ¡o la tatarabuela!”, asegura Adrián.
Ahora, Adrián se marca el reto de proporcionar a Lucas una infancia similar a la que él disfrutó como niño conquense, con muchas horas de calle. “Me crié en el pueblo, y eso es muy distinto. Es una infancia que quiero para él”.
Algo que no sería posible en una gran ciudad, arma de la que se servirán Patricia y Adrián para ver crecer a Lucas, un hijo, nieto, bisnieto y tataranieto con la única pena de que no podrá conocer a Reyes, un tatarabuelo “espontáneo”.
Reyes y Agripina trajeron al mundo a Angustias, Angelines, Ana, María del Carmen y Miguel, cinco hijos que, a la postre, proporcionaron diez nietas y un nieto. Leticia, Humberto, Elena, Melisa, Vanesa, Cristina, Miriam, Emma, Ainhoa, Ariadna y la segunda de las Miriam ilustraron la tercera generación.
La tanda de los bisnietos que estrenó Adrián sumó a partir del presente siglo a Alejandra, Carlota, Alexia, Martina, Marina, Daniel y Aitor. Lucas, que aún no cuenta un mes en el carné, pone de momento la guinda a una familia presidida por Agripina.
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