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Aires latinoamericanos y sefardíes en la velada íntima de Rita Payés en Estival Cuenca

Rita Payés dejó su huella en Estival Cuenca con una propuesta íntima en la velada de jazz del festival conquense, que la distinguió con su premio José Luis Perales al talento joven.

Veinticinco años tiene esta trombonista barcelona que llegó a Cuenca tras un largo viaje en furgoneta para ofrecer un recital a dúo con su madre, la guitarrista clásica Elisabeth Roma. Juntas ofrecieron un concierto delicado, más cercano a los ritmos latinoamericanos y de raíz que al jazz de aquellos garitos neoyorquinos llenos de humo donde se escribió la leyenda del género.

De esta forma, con una voz que acaricia, Rita Payés cantó en Cuenca a la naturaleza y a la inocencia de un cervatillo, interpretó una nana para adulto, porque como ella misma reconoció, a veces nosotros también necesitamos ese cariño reconfortante, e interpretó un par de canciones dedicadas a la tradición sefardí. “Por qué lloras blanca niña / por qué lloras blanca flor” cantó la catalana en un lamento que buscaba el consuelo entre un público callado, sobrecogido.

Payés cantó en varios idiomas y demostró talento con la guitarra y, por supuesto, con el trombón, que brilló en una bossa de Chico Buarque.  El aroma sudamericano del recital estuvo presente también con una adaptación de un vals del guitarrista venezolano Antonio Laura y de la versión de Caetano Veloso que cerró la noche en el Museo Paleontológico.

Marta Mansilla y su Eme Eme Project abrieron Estival Jazz, pero la calidad que exhibieron sobre el escenario demostró que también podrían haber sido cabeza de cartel. La flautista, natural del pueblo conquense de Ribagorda, lidera un proyecto fresco y bailable, que se asoma a géneros como el funk y el jazz y que dio abrigo al público estivalero en una jornada en la que el viento volvió a soplar con fuerza sobre el Cerro Molina.

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