La Semana Santa conquense no ha podido en esta ocasión con las nubes y ha tenido que guarecerse la Catedral, donde los hermanos de la Vera Cruz, apesadumbrados, pero firmes, han cumplido con su misión penitencial del Lunes Santo en el interior del templo. La lluvia jugó al escondite y tentó a la hermandad con una salida a la aventura, pero finalmente se impuso el cuidado del patrimonio a las ganas de trasladar el rito a las calles de Cuenca. Este Lunes Santo, más que nunca, la procesión ha ido por dentro.
A las ocho y media de la tarde los hermanos de la Vera Cruz llegaban a la Catedral con indisimulada resignación, porque en esos momentos el aguacero parecía haber venido para quedarse. Aprovecharon los nazarenos para presentar sus respetos a la imagen y hacerse fotos para el recuerdo antes del comienzo de la misa previa a la procesión, oficiada por el obispo de Cuenca, José María Yanguas.
Tras la eucaristía, ante la proximidad del relevo por jubilación del máximo responsable de la Diócesis de Cuenca, la hermandad quiso tener un detalle con Yanguas después de tantos años formando parte activa de esta procesión.
A continuación la Vera Cruz cumplió con su tributo a los hermanos que ya no en este mundo, pero cuya memoria sigue procesionando en los pistilos de la flor que se deposita junto a la calavera que yace a los pies de Cristo Crucificado. Durante el homenaje el coro Alonso Lobo estrenaba un nuevo motete, compuesto por Luis Carlos Ortiz, en memoria de los hermanos difuntos.
A las nueve y media, hora de inicio prevista, hubo que aparcar temporalmente las emociones para dejar paso a las decisiones. En un primer momento se acordó esperar media hora. Durante ese tiempo hubo miradas a las previsiones, intercambio de opiniones, radares que mandaban informaciones contradictorias y rayos de esperanza entre el cielo encapotado. Al final se comprendió que salir era un riesgo para una talla centenaria, así que se activó el plan B en la Catedral de Cuenca.
6.Formadas las filas en el interior del templo, la procesión se puso en marcha al toque de la campana del reo y tras la llamada de las voces del coro Alonso Lobo, profundas como un abismo. Como es habitual, el obispo fuel encargado de meditar sobre la primera palabra: “Perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
Un tambor multiplicado por los muros de la Catedral marcaba el paso lento de los banceros hasta la segunda estación de esta procesión de penitencia. La segunda palabra, “Hoy estarás conmigo en el paraíso”, la pronunció Armando Martorell”, que recordó que Dios nunca se cansa de perdonar y que nunca es tarde para arrepentirse.
La tercera palabra de este sermón que sirve de hilo de la procesión penitencial del Lunes Santo es “Mujer, aquí tienes a tu hijo”. Una escena que rompe el corazón, como destacó el encargado de meditar sobre el mensaje de Cristo en la Cruz, Eduardo Ortega.
Los hermanos enlutados de la Vera Cruz escoltaban al cristo crucificado hacia el ecuador de la procesión. La hermana Ana Montserrat, única mujer entre los predicadores seleccionados, reflexionó sobre la duda en la cuarta palabra: “¿Padre, por qué me has abandonado?”
El coro Alonso Lobo se vació en el camino hacia la quinta palabra, “tengo sed”. En esta estación Joaquín Racionero le pidió al Cristo de la Vera Cruz fuerza para combatir las soledades en una meditación cargada de reflexiones sobre la libertad y el mundo nuevo.
Ante la proximidad del final, las horquillas mudas de los banceros elevaron con timidez su voz en el camino a la sexta palabra, “Todo está cumplido”, leída por Luis Antonio de Lerma, que recordó cómo el Hijo cumplía con su martirio el plan diseñado por El Padre y citó a Juan Pablo II para pedirles a los nazarenos de Cuenca que no tengan miedo y sugerirles que le pidan a Cristo ayuda para soportar las cruces que cargamos día a día.
Esta procesión reducida en kilómetros, pero vasta en reflexiones y enseñanzas que llevarse en la mochila, concluyó, ante las imágenes de La Borriquilla y la Virgen , con el mensaje de Antonio Fernández, vicario de la Catedral, encargado de la séptima y última palabra: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. En su meditación habló de “ese último momento en el que cerraremos los ojos para abrirlos a la vida eterna”, que estará lleno “de un gozo y una paz indecible”.
Al final, el trayecto fue pequeño, pero reconfortante. Cuando terminó la procesión llovía menos en las calles y en las almas de los nazarenos apenados por la procesión confinada. A pesar del disgusto inicial, los hermanos de la Vera Cruz cumplieron con su penitencia en la gran casa de la fe de Cuenca y ya falta un día menos para el próximo Lunes Santo.
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