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El arte de la mirada. El legado de Antonio Pérez en Cuenca hoy

Fotografía FAP Antonio Pérez

El próximo 2 de octubre se cumple un nuevo aniversario de la inauguración de la Fundación Antonio Pérez en Cuenca. La personalidad de Antonio Pérez sigue presente a pesar de la avanzada edad del coleccionista y editor

Hay en todas las nieves del invierno más antiguo de Sigüenza un resplandor de humanidad. 

Solamente la memoria es capaz de cifrar el mundo en toda su lejanía, quien ha estado cerca durante su niñez de la presencia del blanco de la nieve tiene la sorpresa que llega a la mirada en sus interiores más profundos. Siempre imaginé, desde el primer momento que conocí a Antonio Pérez, que era un amigo mayor de las infancias de ambos, cuando un hombre del interior de Castilla regresa de un exilio debe suceder algo en su memoria que se parece a esas nieves vistas por primera vez en un invierno olvidado. Antonio Pérez fue amigo de sus amigos, la propia historia de la colección de arte que representa el legado de su existencia se inició en la amistad, para la historia de la cultura contemporánea la relación de cercanía entre Antonio Pérez y artistas como Antonio Saura o Manuel Millares configura un episodio esencial sobre la propia identidad de Cuenca.

El arte y los artistas no se puede pensar sin la cercanía que constituye la atmósfera de la creación. Antonio Pérez es un testigo de excepción sobre el acontecer cultural y artístico de la ciudad. Su forma de mirar tiene un gran parentesco con ese brillo de la experiencia de ver que constituye horizontes y perplejidades, todo en un museo como el del Objeto encontrado sugiere la posibilidad de una epifanía, de una debelación, de un pestañeo de nuestro yo más cierto que dota a la mirada de una riqueza recobrada, de un valor redescubierto, el de la experiencia del mundo y de la vida, en un punto equidistante entre la ingravidez de los recuerdos de infancia y el peso revelador de los años que otorgan a los seres vivientes de una sabiduría natural. A pesar de su retiro circunstancial por motivos de salud y de avanzada edad, la vida del Museo conquense continúa plena de actividad y de exposiciones durante el año.

Antonio Pérez es un hombre que mira las estrellas de día, lejos de la oscuridad necesaria para atisbar aquellos faros de lo cósmico. Quiero decir que el hombre que mira las estrellas no precisa durante el día de la nocturnidad, las lleva dentro de sí como un mapa del tesoro, él reconoce y atestigua en el deambular de su experiencia de mirar aquellos signos y resplandores del aura de las cosas, ver para Antonio Pérez se traduce en interpretar confluencias y parentescos, afinidades y similitudes, el imaginario de Antonio Pérez se hace de túmulos de luz que penetran desde los espejos con el lado del infinito roto por las horas exactas de la memoria de lo singular y de lo ajeno. Su legado pertenece al de los hombres buenos, es Antonio Pérez un artista y como debe suceder siempre los homenajes deben hacerse siempre en vida.

Desde la aparición de la Fundación, con la apertura de las 35 salas que albergan alrededor de 4000 obras de arte, el Centro de Arte Contemporáneo ubicado en el antiguo Convento de las Carmelitas de Cuenca, representa un hito museográfico cuyo mayor inspirador fue Antonio Pérez. En su filosofía de la vida, curtida en los años parisinos, encontramos el desenvolvimiento del arte de la mirada, su modo de observar late en el instante de lo que se extravía y vuelve de camino al tiempo de la memoria. Su propia casa es un museo repleto de curiosidades, pertenencias y reliquias que van más allá de lo propiamente museístico. Los vilanos de cardo eternizados en el bote de cristal son un paradigma de la cosmovisión de Antonio Pérez, va siendo hora de que las instituciones conquenses asuman el desafío de continuar la senda de nuevas iniciativas que consoliden aún más el legado de Antonio Pérez hoy. Desde seminarios a congresos, becas de residencia artística y bienales, ciclos de conferencias y exposiciones monográficas pueden ser los verdaderos homenajes para vertebrar una continuidad generacional en el modo de entender el arte y los museos de Cuenca. 

La amistad de Antonio Pérez con los artistas dio lo mejor de aquellos años de creación entre los vestigios de la Cuenca abstracta. En su memoria viva habitan los reflejos y la síntesis personal de todas las maderas que han avivado los fuegos de un siglo. Es Antonio Pérez un sobreviviente de las vanguardias y de los templos profanos que atesoran los colores y las formas de lo imaginado, el caminante de los ríos que devuelve al caudal toda su fuerza. Desde su compromiso progresista y la cercanía a la ciudad y sus gentes, Antonio Pérez es admirado y reconocido. Sería admirable que en los años venideros Cuenca se postule a la Red de Ciudades Creativas de la UNESCO para conectar el imaginario de su modernidad con las nuevas tendencias en artes digitales. Es imprescindible que la ciudad pueda fusionar el potencial de su patrimonio, con las expresiones artísticas más pioneras. Abstracción, gráfica, performance, arte conceptual, New Media Art y otras modalidades de lo transdisciplinario pueden darse la mano en el futuro.  En Museos como el del Objeto encontrado todo puede ser posible y desde las instituciones debe asumirse la transparencia y la horizontalidad democrática, garantizando la pervivencia del legado anterior y brindar un presente de posibilidades al sector del arte más joven. 

Quien mira da vida a lo mirado, si hubo alguna vez un comienzo del arte en la representación del sol y en la quimera de otras civilizaciones que aspiraron a la inmortalidad por medio del símbolo y del ritual, también debe suceder un final de la experiencia de ver que se imanta a las culturas del ocaso, de las sociedades  que se dirigen a un límite de su propia perduración. De ahí que Antonio Pérez ejemplifica justamente al artista que nos dona una fuente de sentidos que reaviva y alerta en sus congéneres la conciencia de la fragilidad trascendental del tiempo del tiempo. Bajo el impacto de las nuevas tecnologías y el ritmo irreversible de la sociedad de consumo, junto a la crisis de la pandemia global, la vida y la obra de Antonio Pérez nos muestran que en el valor de la mirada se encuentra el don de estar vivos. Esa es la belleza. Y en un museo puede habitar, como dijo Novalis, el mundo futuro.











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