Opinión

Al Partido Popular de San Clemente le huelen los pies a franquismo

El pasado 31 de julio, en la localidad manchega de San Clemente, tuvo lugar el pleno ordinario correspondiente a este mes. Un pleno que se recordará como el día en que el Partido Popular de San Clemente perdió la oportunidad de distanciarse de su pasado franquista. Las semanas previas, este municipio saltó a la prensa nacional por un vídeo que se hizo viral a través de redes sociales hasta salir en todas las cadenas de televisión. En el vídeo se puede ver a Justo Moncho Leal haciendo apología del franquismo. No faltó detalle: bandera con el águila y gritos de “¡Arriba España!”. Eso sí, a lo Torrente: con una copa en una mano y un cigarro en la otra. Como buen patriota, no podía dejar para la posteridad un vídeo a medias y que la bandera, que compró seguramente en algún bazar chino, quedara deslucida.

El pleno transcurrió sin pena ni gloria hasta el momento final, cuando el portavoz del Partido Socialista le hizo una pregunta al alcalde de San Clemente sobre el nombrado vídeo, Víctor Camacho, erró en su respuesta, la historia lo pondrá en su sitio. Tras la intervención de Fernando Morales, llegó el momento de la vergüenza. Primero, el alcalde, y luego, el concejal, justificaron el acto de enaltecimiento del franquismo protagonizado por Justo Moncho Leal. Si su formación a nivel autonómico realizó algunas declaraciones informando de que se abriría un expediente, a nivel local se confirmaba el apoyo de su partido. Los de Paco Núñez, que tanto cacarean contra el “golpista” Pedro Sánchez, daban por buenas las ridículas explicaciones del Torrente sanclementino, que, además, nos dejó claras sus dotes literarias y su nivel como historiador de Wikipedia. Para los populares castellano-manchegos, Sánchez es un dictador y la bandera franquista, el logotipo del club de cetrería al que pertenece Moncho, que somos muy malpensados. Sinceramente, con tanto nombrar el contexto para justificar lo injustificable, tuve la sensación de estar viendo Airbag. Moncho parecía estar interpretando el papel de Manuel Manquiña con Pazos, lo que completaría a su labor de historiador y literario, este nuevo papel de actor. Lo mismo que te digo una cosa te digo la otra… le faltó decir.

Lo cierto es que más allá de ser un hecho aislado, el vídeo es solo la guinda del pastel. Justo Moncho Leal tiene su perfil de Facebook, desde 2012, plagado de páginas donde se banaliza con la dictadura y sus símbolos. Es el perfil típico de cuñado que promueve todo tipo de bulos contra inmigrantes, se mofa de las mujeres con memes donde señala a las feministas como feas o de mal aspecto y ridiculiza a las personas trans con vídeos, que, si el PP se lo permite, nosotras no deberíamos hacerlo. Así que sí, es un fascista, un racista, un misógino, un homófobo y un xenófobo. Lakoff nos enseñó a no comprar los marcos lingüísticos con los que nos quieren enmarcar en el debate. No es un debate entre patriotas que gritan “¡viva España!” y otros a los que nos la pela, no es un debate sobre la historia de las diferentes banderas ni es un debate sobre literatura; es un debate sobre si el Partido Popular permite estos comportamientos o los condena, es un debate sobre si expulsan a su concejal o le permiten que siga en el cargo. Lo demás es perder el tiempo.

Juan Carlos Monedero decía que “VOX es el PP con dos carajillos”. Al candidato del Partido Popular no lo supera esa escisión llena de ultras, que igual se van a Torre Pacheco a cazar inmigrantes que los explotan pagando 50 euros a la semana y robándoles las paguitas, como al parecer, según la Guardia Civil, hacía su candidato de Huete (Cuenca). Y es que ya lo decía Olmo Dalcó en Novecento, los fascistas no son como los hongos, han sido los patronos quienes los han alimentado. Al fin y al cabo, el fascista es solo un capitalista con miedo a perder sus privilegios. No hay que darles, y cojo aquí prestadas las palabras de Fermín Muguruza, un trato de monstruos extraordinarios; no vamos a regalarles esa grandeza. No son patriotas, son traidores y hay que tratarlos como tal. Llevan jurando constituciones y traicionando sus juramentos desde Fernando VII a Moncho Leal, pasando por Paquita la Culona. Ya saben aquello de “caminemos todos juntos por la senda constitucional y yo el primero” que dijo el infausto monarca para acabar después con una de las primeras experiencias democráticas y que fue inspiración para otras en todo el mundo. Los fascistas y toda su descendencia firman constituciones como tú aceptas las cookies en internet; luego, claro, vienen las llamadas de propaganda que te joden la siesta. A los españoles de bien nunca les ha gustado la España que busca el bien para los españoles. Por eso, si haces un estudio comparativo de las diferentes constituciones, siempre verás el mismo proceso: unos que buscan avances y otros que buscan retrocesos. No hace falta hacer un gran esfuerzo para saber dónde han estado siempre unos y otros.

Yo no temo al ruido de los fascistas que nos gritan ahora por la calle “¡arriba España!” o que han amenazado a algunos de mis compañeros. No temo a la concejal que en el pleno del otro día nos señalaba y avisaba al resto de nuestra presencia, no temo al otro concejal que nos intentaba intimidar con su móvil, haciendo como que nos grababa y fotografiaba; temo a las personas que se callan. La debilidad de todas las sociedades ha sido siempre, como nos muestran estos días en Gaza, el silencio. Como Gramsci, odio a los indiferentes. Hay silencios que nos rompen por dentro, los de los nuestros. Silencios que te hielan la sangre, te paralizan y te muestran la complicidad con que la sociedad, por miedo, asume discursos que más tarde se convertirán en acciones. “No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que sí me preocupa es el silencio de los buenos”, Martin Luther King.

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