En un momento en el que la palabra colapso escapa del género de la ciencia ficción para formar parte del paisaje circundante, el Turbofuturismo irrumpe como una forma de pensar, y de reírse, del presente. Este movimiento, nacido desde la incomodidad lúcida y el goce culpable que produce observar cómo se desmorona el mundo entre fuegos artificiales, no pretende ofrecer soluciones, sino señalar el absurdo con una mezcla de fascinación y sarcasmo. Desde la performance hasta el ensayo, pasando por instalaciones interactivas y memes apocalípticos, el Turbofuturismo propone una estética y una actitud que aceptan la contradicción como motor creativo.
Más que una simple etiqueta artística, el Turbofuturismo es una lente para mirar cómo seguimos funcionando dentro de sistemas que hace tiempo empezaron a desmoronarse por no sostenerse ni ser sostenibles tan siquiera simbólicamente. ¿Por qué seguimos aplaudiendo drones luminosos mientras se hunden nuestros suelos, mares y certezas? ¿Qué hace que, con plena conciencia de la inviabilidad del sistema, sigamos reproduciendo sus códigos más extravagantes? Este movimiento plantea esas preguntas sin pretensión de redención, pero sí con la voluntad de abrir intersticios donde puedan florecer nuevas formas de ver, pensar y, con ello, crear.
Esta entrevista nos acerca a algunas de las voces detrás del Manifiesto y la exposición que congrega a un total de quince artistas que, por primera vez, materializan, alejados de la teoría, el universo turbofuturista. Lejos de dogmas o moralejas, aquí se insta a la duda, la risa y el desconcierto. Porque en tiempos en los que ya no basta con denunciar, quizás lo más radical sea ponerle nombre al placer de contemplar el desastre… y convertirlo en lenguaje estético.
Así lo llevan desarrollando Francisco Holgado, Beatriz Morales (k-m.p) y Andrés Garo, artistas y docentes investigadores de la Facultad de Bellas Artes del Campus de la Universidad de Castilla-La Mancha en Cuenca que son los comisarios de la exposición Turbofuturismo. Tácticas para no salvar el mundo, con los cuales ha hablado recientemente Enciende Cuenca.
- ¿Qué es el Turbofuturismo y cómo surge el concepto?
El Turbofuturismo se plantea como un movimiento artístico, un punto de vista y una herramienta de análisis. Decidimos ponerle nombre al darnos cuenta de que compartíamos una suerte de placer oscuro en relación con algunas de las lógicas más absurdas de nuestro sistema. Podemos ser conscientes de su inviabilidad, pero tenemos merchandising, parques de atracciones, campos de golf y enjambres de drones dibujando pintorescas siluetas en el firmamento. Seguro que otras personas compartían este parecer. ¿Por qué si no consentiríamos los constantes errores y horrores que generan los movimientos del capital? ¿Por qué no tratamos de impedir o, al menos, dirigir su previsible colapso? Porque éramos y somos turbofuturistas.
- ¿Por qué ha surgido ahora? ¿Qué urgencias o síntomas del presente les impulsaron?
Hay cientos de pequeños y no tan pequeños motivos. El estado actual del clima, el agotamiento de recursos fundamentales en la continuidad de nuestro modelo productivo y las disparatadas propuestas (o silencios) de nuestras élites económicas y políticas dibujan un panorama en el que el optimismo parece más fruto de la locura o la estupidez que de un análisis sólido sobre las condiciones propias del tiempo que habitamos. No parece, sin embargo, que estemos muy alarmados o tengamos la intención de hacer algo al respecto y eso nos resulta profundamente evocador.
- ¿Qué referentes culturales, visuales o teóricos influyeron en este enfoque?
Casi todos nosotros, por nuestra generación (entre millennials y Z), venimos de contextos más o menos académicos y artísticos, y somos hijos del amplio mundo de internet. Eso nos ha dotado de referencias teóricas y estéticas diversas, pero, en lo que respecta al Turbofuturismo, como dijo la senadora y antigua reina de Naboo, Padmé Amidala: “Así muere la libertad, con un estruendoso aplauso”.
Nuestra intención era sentar las bases de una estética propia”
- Hasta ahora el Turbofuturismo se había manifestado en la teoría. Sin embargo, recientemente la Sala Acua ha acogido una exposición y. por primera vez, se ha podido ver, tocar o interactuar con él… Que sea tangible facilita su comprensión.
Sí, ahora, como dices, el absurdo más recalcitrante se puede hasta teledirigir en el caso de que, como asistente a la exposición, te pongas a los mandos de la obra Un jardín que anda (2022). La verdad es que hasta el momento habíamos colaborado en proyectos relacionados con el formato libro, con la performance o con la conferencia. En el caso del Manifiesto turbofuturista (2023), recopilamos varios textos ensayísticos que hacen las veces de guía a la hora de saber discernir entre lo que entra y queda fuera del insondable saco turbofuturista. También en esta línea, pero con formato de poemario, el año pasado publicamos Una bomba atómica de fresa (2024). Con la exposición hemos conseguido poner en común nuestra perspectiva incluyendo a muchas personas que, hasta ahora, no habían usado el término “turbofuturismo” de forma explícita. Nuestra intención era sentar las bases de una estética propia y crear un contexto afín que invite a participar y generar un intercambio con aquellas personas que se identifiquen o sientan interés hacia los mismos interrogantes.
- ¿Qué esperan provocar en quienes se acerquen al proyecto?
Eso depende de cada persona, claro, es subjetivo, habrá quien conecte con las piezas desde un punto de vista más socarrón o quien se lo tome con más seriedad. Al final, hay obras que precisamente se sirven de las estéticas propias de los medios, las redes sociales, la moda, pero también hay piezas interactivas, performances, u otras que realizan un análisis más frío de la situación. Cualquier persona está invitada a entretenerse, reírse y disfrutar con ello, pero también a reflexionar y esperar a que el abismo le devuelva la mirada.
- ¿A quién se dirige el turbofuturismo? ¿A los que ya están “despiertos” o a los que aún creen que todo va bien?
No creemos que nadie esté excesivamente “despierto” o, al menos, que tenga la solución definitiva para poder estarlo. Y mucho menos nosotros. Nuestro punto de vista pasa por asumir que, aunque lleguemos a conocer en profundidad los vicios más indignantes del sistema, incluso aunque suframos algunos de ellos en primera persona, este sigue fascinándonos de igual modo. Lo sensato es pensar que el turbofuturismo es para los turbofuturistas y, con ello, también para cualquiera.
- ¿Han recibido alguna reacción inesperada o especialmente reveladora por parte del público?
La verdad es que ha tenido muy buena acogida. A la inauguración vino mucha más gente de la esperada o soñada cuando empezamos a maquinar todo esto. Nos ha hecho mucha ilusión el hecho de que hayan venido personas muy dispares e, igualmente, hayan podido disfrutar del evento y sabido leer nuestras intenciones a la primera. Además, como algo anecdótico, hemos sido testigos de cómo el prefijo “turbo-” aparece en conversaciones cotidianas, es decir, ya escapa de nuestro círculo más cercano y eso es maravilloso.
No tenemos motivos para renegar de una posible cocina, música o peluquería turbofuturistas”
- ¿Qué otros lenguajes o formatos les gustaría explorar desde esta visión turbofuturista?
Casi todos somos artistas, pero contamos con gente de otras ramas que ya han colaborado y seguirán colaborando con nosotros desde las metodologías propias de sus disciplinas como filosofía o antropología. De hecho, de cara al futuro, no tenemos motivos para renegar de una posible cocina, música o peluquería turbofuturistas.
Siguiendo con la exposición, ¿Qué nos podemos encontrar en ella, ¿cuántos artistas participan?
En la exposición han participado artistas que trabajan con la performance, la robótica, el videoarte, el collage digital, la escultura y la instalación. En total se han seleccionado 15 obras con un formato muy dispar, algunas son interactivas y otras más contemplativas, pero, en esencia, coinciden en la preocupación por temáticas de la actualidad en relación con el capitalismo salvaje, los niveles de producción y la información e identidades promovidas por este sistema. Por otro lado, también contamos con recientes incorporaciones teóricas para la redacción de los artículos del catálogo.
- ¿Existen planes de continuidad para este proyecto?
¡Claro! Siempre estamos trabajando en alguna cosa y conocemos a mucha gente nueva que nos invita a sitios y de paso incita a seguir planteando cosas nuevas, la cuestión es no parar todo este tinglado. Lo bueno de optar por la idea de movimiento, en lugar de pensar en un grupo o un colectivo, es que podríamos seguir siendo turbofuturistas aunque nos mudáramos a Saturno o el 90% de nosotros muriera durante un ataque extraterrestre.
Cuenca nos aporta estímulos similares a los de cualquier otra ciudad”
- ¿Hay algo del paisaje urbano, cultural o social de Cuenca que se cuele en estas tácticas para no salvar el mundo?
Sí y no. Aunque le tenemos un cariño especial porque muchos de nosotros vivimos y nos hemos formado aquí, en lo que se refiere al turbofuturismo, Cuenca nos aporta estímulos similares a los de cualquier otra ciudad. Obras públicas pensadas solo para la especulación, un mercado de la vivienda que (cierto que a menor velocidad que en otras latitudes) está intentando con todas sus fuerzas hacerse incompatible con la vida humana, la banalización del patrimonio cultural en favor del turbo-turismo… Claro que nos encanta, pero somos conscientes de que este no es el único lugar del mundo con dinosaurios de plástico gigantes y bosques de acero… ¿O sí?
- ¿Creéis que es posible resistir desde la ironía y el exceso sin caer en la resignación?
Esa es la opción que hemos elegido, pero nuestra ironía pasa por subrayar esas cosas absolutamente intolerables que definen el día a día de todos en descarado beneficio de muy pocos. Hablamos, entonces, de una forma de ironía que quiere promover la alarma y la indignación simulando su pertenencia a lo hegemónico. Como decimos al final de nuestro manifiesto: ¡Corta vida al turbofuturismo!




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